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Todos somos provincianos



ENTREVISTA A GABRIEL BAÑEZ

Nació en La Plata el 2 de junio de 1951. Vivió siempre en esa ciudad, capital de la provincia de Buenos Aires, a 60 kilómetros de la Capital Federal. Publicó su primera novela, Parajes, cuando tenía 24 años de edad. El curandero del cuarto oscuro fue un éxito de ventas tras su publicación en 1990. Dos años después escribió un relato de ficción inspirado en el célebre caso del odontólogo Ricardo Barreda, un platense que asesinó a su esposa, su suegra y sus dos hijas. El texto fue publicado como folletín primero y como libro después, y, cuando Barreda declaró ante la Justicia, contó la misma esotérica y alucinada historia que Báñez había titulado Octubre amarillo. En 1997 su novela Virgen fue finalista del Premio Planeta, el mismo concurso que Ricardo Piglia ganó con Plata quemada y por el cual fue sancionado por la Justicia años después. La última novela que Báñez publicó como libro se titula Cultura y apareció en 2006. Ahora, mientras se rueda la versión cinematográfica de su novela Los chicos desaparecen (1993), publica por capítulos una novela breve, La cisura de Rolando, en su blog.

A propósito de algunas declaraciones y lecturas quise situar el pequeño cuestionario al margen de su obra, y repetir algunas de las preguntas comunes a este blog.

¿Qué diferencia existe entre la “escritura” y la “literatura”?

La diferencia radica en la movilidad. Escritura es un presente continuo, un gerundio digamos, que jamás concluye su acción porque en ese proceso de enunciación y afirmación que es escribir siempre hay que enmendar, suturar, volver, retomar, quitar, desplazar. Escritura es el proceso de error constante, el advenimiento de la falla y el error. En la dinámica del error de todo proceso creativo escritura es un sistema vivo, anárquico, tumultuoso y orgánico. Literatura en cambio es ese fósil admirado, confortable, que a algunos les permite construir un canon. Una es la lava, otra es la piedra pómez. Lo que no sé es dónde queda la actividad volcánica.

¿La no-ficción es más propicia que la ficción para que surjan ideas sobre qué escribir?

No creo que exista una no ficción y tampoco creo que exista una ficción. En verdad, a una y a otra las entiendo como conceptos. Entiendo un solo territorio contaminado y fértil por donde se desplaza, o crece, el lenguaje. Por eso tampoco creo que las ideas surjan. Las ideas pertenecen al empíreo perfecto e inaccesible de Platón que, en ese plano de ideales, son previas, inmóviles. Las reconocemos a través de los sustantivos abstractros, imposible corregirlas, no admiten reescritura. No es el motor la idea sino y en todo caso una noción, el pasivo . Por eso yo creo que más bien que escribirmos no por ideas sino por lenguaje. Los problemas de la existencia me parecen una cuestión de tiempos verbales.

¿Por qué todos los escritores son provincianos?

La palabra provinciano para mí tiene un sentido vital y equívoco. Cada vez que digo que los escritores somos todos provincianos lo digo pensando en Gombrowicz, en las contradicciones que asumimos como máscaras, como Forma, como seres infantiles y serios. Como seres quizá convertidos en personajes de una parodia que va de lo sublime a lo carnal, de lo virtuoso al defecto. Un polaco veinticuatro años en la Argentina que, proclamándose noble, jamás accedió a los cenáculos porteños por mérito de una obra magistral y revulsiva, irreverente, mordaz. En el espíritu de las antesalas ubico al escritor, me parece que en esa geografía no hay regiones, premios, pertenencias. Un polaco perdido en la Argentina. Claro que hay despachos con escribidores, pero esa es otra espera.

¿Abordamos diferente la lectura de texto según el soporte donde se ha publicado, por ejemplo, leemos igual un blog que un libro?

No creo. Hay que leer cómodo, eso sí. Lo que yo nunca pude hacer es leer en los soportes de los trenes, los micros, los transportes en movimiento. Cuando leo me gusta marcar, anotar. Luego, un libro es una ventana. Y una ventana es una pantalla. Pido que no se muevan.

¿Por qué decís que el concepto de autor y sus derechos se perderán?

Me parece que hay una tendencia a borrar los límites, una vuelta a los comienzos, a la literatura oral, a las versiones, al tratamiento colectivo de ciertos temas tal y como se expresaba y difundía en juglaría. La deformación a través de los vínculos, la expansión y distorsión o acrecentamiento de un tema (como lo hagiográfico en la Edad Media) echa por tierra los conceptos de verdad o falsedad para instalar el concepto de verosimilitud. Un ejemplo: Wikipedia es hagiografía de esta modernidad. Las fuentes anónimas nutren la red, la enriquecen, la deforman y dan vitalidad.

¿Qué pensas de los talleres literarios?

Que tienen que intentar que el tallerista desaprenda lo más pronto posible. Es lo más difícil. Una frase estúpida que repito: “no hagan buena letra”. Otra, más idiota aún: “no se enamoren de las palabras, sí del lenguaje”. Ya no sé si son mías, creo que las robé.

¿Por qué es bueno que se noten los errores, las costuras, en la obra?

Porque en las costuras, en las fallas, en el bies de la imperfección, respira el texto. Charlando con Donoso años atrás me decía que toda buena obra debe tener sus fallas geológicas, decía él, sus fisuras. Creo lo mismo. Todo atisbo de borrar esas grietas es traición.

¿Hacía dónde va llevar Internet a la literatura?

La literatura no sé. A la escritura la está llevando lejos y eso es maravilloso. El género epistolar renació vía digital. Ni los apocalípticos ni los integrados pueden renegar de un hecho así.

¿Por qué te asusta un poco lo “original”?

No es que me asuste lo “original”, pasa que creo que todos somos deudores de todos y tributarios de todos, nadie es original en el sentido lato del término. Lo que me asusta es lo solemne, la solemnidad, eso sí me da pavura.

¿Qué es un buen escritor, y uno malo?
No, ni idea.

¿Qué es un buen lector?
Un tipo desprevenido. Un tipo sin prejuicios quiero decir.

El blog de Bañez