R.I.P.

   A los once años tenía poco de mudado a mi habitación, usaba un televisor blanco y negro con botoneras al pie de la cama y cambiaba de canales con un palo de escoba. No existía la TV Cable en el pueblo, solo los canales de aire de Córdoba y uno de Santa Fé si movías la antena. Poco a poco anidé una sospecha, pensaba que al terminar la programación a la una de la mañana, cuando el televisor quedaba en esa especie de guerra de hormigas hiperquinéticas, algo aparecería. Tenía que ser porno, o un programa que revelara secretos que yo desconocía, explicara el sentido de la vida o así. Un programa para quienes se quedaban hasta esas horas de la madrugada.
   Una noche decidí quedarme a ver que pasaba después de los bloopers de Tinelli, y ¡Dios mío! La pantalla parpadeó y apareció. Era un programa de dibujos animados. ¡¿A esa hora?! Puteaban y hacían cosas de grandes, aquello era algo secreto, sin lugar a dudas, algo estaba mal. Pero no, era un capítulo de punta a punta y se llamaban Los Simpson, una familia norteamericana como cualquiera de las nuestras. Los personajes no eran buenos, sino como nosotros, y las cosas que pasaban no eran cosas del cine o los otros dibujitos, sino como las nuestras. De lunes a viernes, cada capítulo, me enseñaba algo. La relatividad de los afectos, el egoísmo sano y natural, los problemas de la sociedad americana, los inútiles esfuerzos del Saber para desterrar al sentido común, la pragmática y los arquetipos tan diversos configurando un paradigma un paso más allá del posmodernismo siempre con un humor tan inteligente (para mí en aquellos tiempos) que no podía creer que existiera.
   Después vino todo lo demás en estás décadas, el éxito, lo masivo, el abuso, todo lo que ya conocen.
  Hubo muchos anuncios y amenazas de cierre en la última década; y, hay que admitirlo, una decadencia evidente, superada por otras tiras como Family Guy, South Park y hasta los argentinos y efímeros Alejo y Valentina. Ahora es probable que de verdad la serie no se produzca más. Apelo a la frase hecha de que Los Simpson cambiaron la televisión para siempre, pero esto no es verdad. Los que cambiamos fuimos otros.



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