En la adolescencia nos gusta mucho esa cosa que le adjudican a cierta literatura y que adopta diferentes nombres: vaticinio, predicción, invento, adelanto. Verne y su tren cuyos vagones se desprenden para llegar a la luna, Artur Clarke y la idea de un satélite artificial que terminó diseñando años después, etc.
Navegando encontre decenas de notas que le adjudican a Borges la invención de Internet. Como sospecha ya el lector, lo promueven basados en el concepto de Aleph: "...lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos". Pero ya antes, dicen que en 1941, Borges había empezado a pensar en volúmenes portentosos de información: "El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías ..."; "Ya se sabe: por una línea razonable o una recta noticia hay leguas de insensatas cacofonías, de fárragos verbales y de incoherencias"
Insisten algunos comentarista que también vaticinó una posibilidad para administrarlo: "Hay buscadores oficiales, inquisidores".
A Borges se le ha acusado, también, de haber inventado durante mucho tiempo a Macedonio Fernández. Mucho después, en una entrevista, contestó que no. “En todo caso lo inventamos entre muchos. Entre ellos mi padre, por ejemplo. Mi padre, que tenía una veneración por Macedonio Fernández”.
A Borges le gustaba embellecer comentarios ajenos, haciéndolos propios. Le Adjudicó a Arlt una respuesta que desmentía la utilización del lunfardo en la vida de los malevos con los que se había criado, dijo, según Borges, que eso era invento de saineteros. Tiempo después Raúl González Tuñón, lo desmientió: "Arlt era una persona muy tosca, incapaz de contestar con esa sutileza. Esto ha de ser un invento de Borges”
Hace mucho tiempo, una revista francesa publicó que Jorge Luis Borges no existía. Su figura, divulgada con ese nombre, habría sido solo el invento de un grupito de intelectuales argentinos (entre ellos Bioy Casares) que habían publicado una obra colectiva detrás de la creación de un personaje ficticio. La persona conocida como Borges, según la noticia, era un actor italiano de poca monta (la revista mencionaba incluso el nombre) contratado años antes para hacer una broma, y que había quedado cautivo dentro del personaje resignándose finalmente a ser Borges "de verdad".
La noticia era tan borgeana que de por sí resultaba divertida; detrás de esa travesura no podía estar otro que el mismo Borges. Y fue posible gracias a que el "caso" Borges estalló en Europa. Roger Caillois, gran explorador de la literatura, había descubierto a un escritor exótico que proponía al lector francés algo muy distinto a los temas asfixiantes y provincianos en los que parecía haber caído por esos años la literatura francesa. Después del éxito, con la ironía que siempre supo utilizar Borges respecto de sí mismo, declaró ser "un invento de Caillois". El llamado boom de la literatura sudamericana hizo el resto: el mercado cultural confeccionó a Borges, insertó su narrativa en ese fantástico que fue adosado a la literatura latinoamericana como un emblema y Borges se encontró, probablemente a su pesar, representando el estilo de todo un continente.