Prensa



A Resguardo del mundo

LA VOZ DEL INTERIOR, por Emanuel Rodriguez.

Hace tiempo que tu nombre se repite en el campo literario cordobés, pero pocos te conocen personalmente. ¿A qué se debe eso?

En mayor y menor escala, mi vida se ve atravesada por un T.A.G. desde la infancia. Recién en el último año aprendí a manejarlo y di con la medicación correcta. Mientras, no solía viajar mucho, para no decir casi nada. Con ésto creo haber respondido a lo que la extraña pregunta refería. Trasladémosla a, por ejemplo, José Martí, quien jamás visitó Argentina pero sí le interesaba lo que acá ocurría y se sabía bastante de él. Sonaría raro preguntarle algo así, ¿no?


¿Qué tiene tu literatura de "varillense"?

Primero habría que ver si existe una literatura varillense, la cual sería bastante pobre, de existir. Creo que la pregunta apunta hacia otro lado. Hasta el momento, lo que publiqué (no sé si está bien que lo llames “tu literatura”) se enmarca en el costumbrismo, muchas veces cae en el anecdotario de registro minucioso. Lo que tienen mis libros de varillenses son sus personajes, cierto uso del lenguaje, ciertos comportamientos piamonteses de los arquetipos zonales, pueblerinos, y alguna que otra historia real ficcionalizada. Es decir, casi todo. Aún así apunta hacia otro lugar, no me interesa la literatura documental al cien por cien; Si no está la condición humana reflejada en la obra, para mí, carece de todo interés.

¿Qué tiene Las Varillas de tu literatura?

Habría que preguntarle a la ciudad, pero no creo que le interese mucho, o que sepa de qué le están hablando.

¿Cuál es el desafío más difícil de escribir una novela?

No dañar demasiado la columna vertebral. Una novela es un proyecto de largo aliento. Ésta me costó casi veinte años; es una novela de iniciación y fue gestada a lo largo de profundos aprendizajes, editings, reformas, textos variados que la fueron conformando y de decisiones interminables. Después, además, viene el trabajo de encontrarle una editorial, una que esté dispuesta a afrontar la inversión económica por tu trabajo (las cuales casi no existen) y después sí, sentarse nuevamente para corregir las galeras finales que irán a imprenta. Yo no pago para publicar y ese, también, es un desafío grande. Los otros son desafíos literarios, se hacen con gusto, la mayor parte del tiempo disfruto de mi trabajo como escritor.

¿En qué difiere el resultado de Chozas de tu proyecto inicial, de cómo te imaginabas que podía quedar esta novela?

El proyecto inicial estaba impulsado por el odio y la declaración. El odio hacia la familia, el pueblo, las injusticias del destino. La declaración de tabúes infantiles, pensamientos políticamente incorrectos, enfermedades, miedos, la vida que llevaba mientras la redactaba. Escribirla y terminarla (ayudado por la inevitabilidad de crecer y cumplir años, atravesar etapas, etc. durante la gesta) me sirvió para entender muchísimo mejor el paradigma en el que me había educado. Lo dije en su momento para la antología sobre nuestra generación: nacidos en plena dictadura; cursando el jardín de infantes mientras los pibes que recién salían del secundario morían en Malvinas; con mediana curiosidad por lo que pasaba en el país mirando los saqueos por TV en plena hiperinflación en un barrio de clase media, media baja; adolescer en pleno vaciamiento menemista; tener esperanzas aunque el helicóptero de De la Rúa se elevara dejando un goteo de presidentes que se atoraban en la garganta; no vaticinabamos un futuro muy prometedor, sino una especie de conformismo social. Ese fue el paradigma, y eso es lo que la novela intenta documentar transversalmente en la vida de dos personajes interpelando en paralelo al lector.
La novela me sirvió, también, para derrotar viejas creencias idealistas de adolescencia, y enfrentar la triste realidad de la adultez, donde uno es capaz de escribir y vender una novela como si eso en la infancia no hubiese sido un sueño que jamás se concretaría.


¿Qué relación hay entre tus sueños y tu escritura?

Ojalá pudiéramos concretar en los textos aquello que solemos soñar. Yo comparto la idea de que los milagros suceden: pero lo hacen a destiempo, o de formas extrañas, no exactamente como los soñamos, deformes, incapaz de conformarnos del todo. Estoy presentando una novela de adolescencia, una novela de los noventa, una que tendría que haberse publicado en esa década, quizá.


¿Qué relación hay entre tu propia biografía y tu literatura?

Creo haberlo respondido en la segunda o tercera pregunta. Lo que publiqué hasta ahora, guarda mucho de autobiográfico, pero eso no es lo que me interesa. Me intriga esa extraña cosas a la que llaman “literatura”, la odio muchas veces, y la amo otras, pero jamás comprendo. Es posible que lo mío no sea otra cosa que contar historias, o en el mejor de los casos, mentir con elegancia.

¿Cuál es la principal diferencia entre el Pablo Giordano escritor y el Pablo Giordano que va a comprar pan al almacén?

Al que va al almacén lo conocen los vecinos.

¿Cómo imaginás el lector ideal de Chozas?

Sería un lector que no se dejara espantar por el vocabulario de esos niños al inicio de los capítulos y que siguiera adelante, que lentamente entendiera que debajo de esas historias borders, esa escatología o tragedia y provocación sin descanso, existen preguntas que hacen, como dije, a la condición humana. Ese sería un lector cercano al ideal. Pero me interesa también que se disfrute la novela de muchas maneras: mi psicóloga me contó que su empleada doméstica hacía parates en el trabajo porque no podía dejar el libro, le encantaba; y eso me alertó de que Chozas también puede leerse como un novelón de media tarde.

¿Cuál es el mejor lugar para leer Chozas?

Esta pregunta no me gusta.

¿Qué gritarías frente al Senado de la Nación?

Nada. ¿Porqué viajaría a Buenos Aires a gritar algo al Senado?

¿A qué otra actividad se parece escribir?

A pensar. Y no creo tanto que se parezca, sino que es la misma cosa, como leer. Hace poco escribí una frase en Tumblr: “No se lee solo para ser culto ni tampoco para conseguir placer, sino también y fundamentalmente para adquirir el lenguaje necesario que permite pensar, tener ideas y expresarlas, captar las ideas de los otros, debatir, y comprender mejor el mundo que nos rodea. Nada se puede esperar de profesores, maestros o padres que no leen.”
Nuestra sociedad olvidó, o quizá desconozca, que el pensamiento, padre de todo nuestro bienestar, proviene del lenguaje; que sin lenguaje, difícilmente se pueda ir más lejos que de la puerta de casa.

¿Podrías definir en tres adjetivos tu manera de escribir?

Caótica, pobre, exhaustiva.

¿De qué te protegería una choza ideal?

Tal como sucede en la novela, los refugios protegen por un tiempo, tarde o temprano quedamos desnudos ante el potrero desierto, ante la inmensidad, la soledad y el frío, que no es otra cosa que la imagen de la muerte, la realidad, el universo en sí. Lo que somos: soledad, y olvido.

¿Cómo te gustaría despedirte de esta entrevista?

Agradeciéndote (aunque esta parte no la publiques) porque fuiste el primero que puso atención en mí y me abrió las puertas de Córdoba. Aún así, uno puede ser un ingrato con esas personas en la mayoría de las ocasiones, pero nunca lo será públicamente. Gracias, Emanuel, de verdad.


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Ciudad Interior

por Javier Mattio


Chozas
Pablo Giordano
Ciprés 2012
254 pág.




 Con sus referencias a los "toundercats", a la revista Tony, a Mork y Mindy, a Mazinger Z o a Kurt Cabain, la novela debut del varillense Pablo Giordano (1977) parece sumarse a la tendencia autobiográfica actual que circunscribe la ficción al testimonio, la fabulación a la instantánea: aunque ya con sus "conchuda", "culiáu" y "¡Me cago en Dios!", Chozas desplaza cualquier tipo de nostalgia clasista para instalarse como faro mitificador de un terreno border, salvaje en su coloquialismo y geografía, una "zona" de ecos beat que es infierno y vacío y anomia.
   En ese sentido, el hallazgo del relato de esa "choza" de la infancia que el protagonista Nacho comparte con un grupo de amigos (donde se dan cita la iniciación sexual sodomita y colectiva, las drogas y hasta el asesinato), extendida a las "chozas" que son el caserío de un barrio de la ficticia ciudad Los Fresnos, probablemente espejo de Las Varillas, de donde Giordano es nativo.
   Así y todo, no todo en Chozas es nihilismo sin retorno: también deambulan los personajes curiosos, las escenas escatológicas e hilarantes y un reconstruir cronológico desde la infancia hasta la adultez en la que Nacho oscila entre la socialización y el paso afuera (en su resistencia al maltrato de animales, a la miniciación sexual, al incesto con la prima, a los padres a los que quisiera matar pero no soportaría ver morir), "rareza" evidente en sus tendencias literarias, primero en sus lecturas de Poe y Lovecraft y después en sus incursiones poéticas juveniles.
   Por eso, en última instancia, su resistencia termina siendo universal, romántica ("quiero comprar una computadora gigante y meterme adentro y vivir ahí encerrado para siempre y escribir cuentos, pilas y pilas de cuentos"), al paso del tiempo, al trabajo embrutecedor, a la reclusión familiar, a la vida sin horizontes en una ciudad del interior que se vuelve "normal" en su desolación, con sus amigos de niñez de repente volcados al delito, a la "merca", al Poxirrán.
   De allí sentencia cabales como: "El barrio, los amigos, el pueblo atrapado en un video retro". O: "Es cierto que las ciudades queman, arden, deshacen; pero el pueblo es peor: el pueblo te cocina a fuego lento". O: "A mí siempre me gustó pensar qué es la vida (...) Nosotros, cada vez que miramos el cielo, está atardeciendo. Alrededor del barrio no hay nada y siempre oscurece con ese color rojo y naranja triste. Y me largo a llorar de solo pensar en lo rápido que pasó".
   Hacia el final, el presente se hace estocada abrasiva, desconsolada, irredenta, con el padre solitario en el bar y la madre "doblada", con los pocos que quedan transmitiendo su bronca en el campo de juego ("¡Y las patradas! Alevosas, demostrando lo mal que nos va en la vida") y la evasión, ya sin futuro, hecha carne, costra, estado continuo: la "choza" quedó allá lejos y sólo permanecen las "chozas", la supoervivencia y la escritura: mal que pese, un renovado comienzo.

Revista Ciudad X - La Voz del Interior de Mayo 2012


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Entrevista a Pablo Giordano de Las Varillas
"Los escritores del interior del interior estamos condenados a la cruz"


   Pablo Giordano, de 34 años, nació, vive y escribe en Las Varillas, Córdoba. De reciente aparición, su nuevo trabajo literario, "Chozas" (Ciprés Ediciones - Novela - Córdoba 2012), ya circula por las librerías de nuestra ciudad. Previamente, ya había editado "La Felicidad es un Gordini" (textos de Cartón - Poesía - Córdoba 2009) y "Los muertos" (El Mensú Ediciones -cuentos- Villa María 2011), además de publicar en diarios, revistas y sitios de América y Europa.
    A fines de la década pasada formó parte de las discutidas antologías provinciales sobre la narrativa jóven en Córdoba (Es lo que hay y 10 Bajistas).  En la actualidad mantiene una columna en la revista PoloSecki de Córdoba y escribe casi a diario en su blog Cosas de mimbre.
   Desacartonado, despojado de solemnidades y oscilando muchas veces entre la hilaridad y la sorna para hablar de escritura, brindó en diálogo con este medio detalles del trabajo literario en el interior.


   ¿Cuándo empezó a escribir? ¿Y qué lo llevó a decidirse a editar?
   
   Empecé a escribir de niño, motivado por el enorme aburrimiento de una tarde de otoño. Era un chico introvertido, sobreprotegido, que estaba un poco harto y miedoso del afuera. Esa especie de suroeste norteamericano bizarro y feroz, pero también plácido y desértico. Los vientos y el otoño, la voraces tormentas del verano. Los amigos. Lo recuerdo bien, fue en sexto grado y empecé robando personajes a los cuentos de Gustavo Roldán. Así empecé. Después dirigí el taller literario del colegio y en el secundario le escribí cuadernos enteros a una chica de la que me había enamorado. Y empecé a leer más, los clásicos. Escribía cursilerías que no llegaban a nada, pasaba la noche en vela. Eran los años noventa, no había mucho a lo que aspirar, más que caminar con algún amigo hasta la estación de servicio para comprar algunos snacks y volver a casa para tratar de terminar el Buble Buble o el Formula 1 si tenías Sega. Ni siquiera la Marijuana había entrado todavía como algo masivo, y el pelo largo (si bien lo conservábamos) estaba en retirada. Tiempo después me topé con “La noche es virgen” de Jaime Bayly; no por bueno sino por su estilo dije: “Ok, ¡o sea que se puede escribir así! ¡Y hablar sobre esto!”. Así fue como decidí escribir Chozas, a los 16 años, para contar y ficcionalizar algunos aspectos y sucesos de mi vida. En el camino, arrastré dos libros de poemas y uno de cuentos. Luego, editar, es un deseo de todo escritor.


¿Cómo es su "proceso creativo"?



   Ahora escribo cuando puedo, en los huecos que deja la cotidianidad, el trabajo, etcétera… y tengo un proceso de corrección, más que de creación. Escribo en la PC y en el teléfono, algunas pocas anotaciones poéticas en libretas o márgenes de papeles cuando se da el caso. Pero la verdad que hace más de diez años que no escribo a mano, es un trabajo horroroso. A veces llega la idea acabada y es un momento de euforia porque hay que ponerse a trabajar mucho y dormir poco, desilusionarse, deprimirse, enfermarse hasta que la euforia de una idea transformadora resurja. A veces la idea cierra después de muchos textos dispersos, cambian de género. La gran mayoría desaparece. Cuando parece que cerró, empieza la corrección, que puede llevar años y se parece mucho al cuidado de los tulipanes. Allí, la menor cosa cuenta, puede hacer despistar al relato, o marear un poema que parecía muy equilibrado. Es un trabajo difícil en el que hay que armarse de mucha paciencia y acumular la mayor cantidad de herramientas posibles de depuración.

¿Qué escritores o libros lo marcaron como escritor?

Cómo lector todo libro te marca. Después, cada uno tiene un canon personal que muchas veces es inconfesable. Yo no me canso de hacer el ridículo y no me importa para nada lo que piensen los académicos. Te nombre a Bayly como un inaugurador de mi escritura adulta, puedo nombrarte a Eduardo Galeano, Mark Hadon, Alejandra Pizarnik, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Foster Wallace, la maravillosa conjura de los necios; y basta porque esto ya no entraría en una licuadora, no si queremos un trago menos exótico. Lo que quiero decir es que todo nos marca, es indudable que en la retina quedan algunos autores y otros no, pero ponerse a hacer nombres es una historia de nunca acabar. Woody Allen, por ejemplo. El “Negro” Dolina, Poe, Lovecraft, Kafka, Maupasant, Henry James…

¿Qué elementos de su ciudad y/o región cree que pueden rastrearse en sus escritos?

Muchos, casi todo lo que aparece en mis textos tiene que ver con mi ciudad. O, mejor dicho, con mi pueblo. El lenguaje es algo evidente, algunas descripciones geográficas y climáticas, las costumbres y la trama. Hay mucha carga costumbrista en lo que escribí hasta ahora, una obsesión por el hiperrealismo que muchos me elogian. Yo no estoy seguro de haber logrado ciertas cosas, pero sí de haber rescatado algunas otras que no quería perder, y de haber perdido la inmensa mayoría. No soy un nostálgico enfermo, ni un romántico al estilo alemán. Conozco bien las leyes de la termodinámica y entiendo que todo va hacia el olvido.

¿Cuáles son las particularidades de escribir en el interior, por fuera del macro-mercado de Buenos Aires? 

Hay una ventaja y una desventaja en vivir en un pueblo como Las Varillas. Por un lado, no hay mucho que hacer y el movimiento literario es muy pobre. Es decir, uno puede encerrarse tranquilo a escribir y no se estará perdiendo de mucho. La desventaja, es que se trabaja lejos de los colegas (a menos que te pases el día en Internet) y lejos de los eventos, editoriales, y ciudades que no han cambiado su capitalización cultural desde tiempos bíblicos. Los escritores del interior del interior estamos condenados a morir en la cruz. De los trescientos crucificados, cada tanto, uno será Cristo y se masificará. Porque la realidad es esa misma, quizá ni siquiera existimos, como Jesús, sino que alguien después de algunos años nos recuerda, y el amigo dice que resucitamos, y otro lo publica en la prensa junto a nuestros poemas, y una editorial snob necesita al nuevo “freaky” para su colección de mitos. Morimos en la cruz abriendo un ojo para espiar. Lo que ansiamos es ser canonizados algún día. Como los profetas, sabemos que mentimos, pero queremos ser amados, y no solo hoy, sino para la eternidad.

La Voz de San Justo (29 de Abril de 2012)


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Chozas, de Pablo Giordano

   Desde el inicio, apenas franqueamos la tapa de Chozas, se nos advierte que vamos a introducirnos en un espacio de ficción pura y que cualquier parecido con personas, lugares y hechos reales deberemos imputárselo exclusivamente a la fortuna de las coincidencias. La anotación, lejos de ser un formalismo o una obviedad, es una marca delatora, unwarning! a partir del cual inferir que el artefacto no es inofensivo, y que en ciertas manos puede estallar si previamente no se desactiva el cablecito rojo, ese que conecta la novela con su hábitat: un “pago chico” de la llanura cordobesa donde cada vecino soporta su curriculum pegado en la frente. Ellos son los destinatarios del mecanismo de autodefensa implantado, necesario en tanto y en cuanto el autor todavía camine sus calles. Y cuente.
   Puestos en esa ecuación, se nos revela una década en la “foja” del Nacho, quizás la más conflictiva de todas las que conforman una vida, aquella que va de los diez a los veinte años.
   El pibe, sus padres laburantes y una hermana, habitan una de las nuevas casitas de plan sembradas en los años ochenta en terrenos mercadeados al campo, transformado ahora a ojos del piberío en seductor vecino. A los diez años, para descubrir las cosas es imperioso ocultarse, y si la planicie pampeana es buchona por naturaleza, el instinto juvenil es hábil por necesidad.
   “Mis viejos me tenían penado de que me juntara con los del barrio y a cada rato me preguntaban a dónde mierda iba y que iba a hacer y ojito con esto y con aquello. Armé la choza porque quería vivir ahí. Más vale que después me cagué y volvía todas las noches a comer y dormir en mi casa.”
   La choza conforma entonces el templo del “otro” saber, aquel que se construye entre pares y se formatea en el cuerpo, sin margen para eludir los daños colaterales que tarde o temprano pasarán la factura. Como en el tango de Mores, hay de todo en la chocita, hasta lugar para la tragedia.
   En el pueblo todo se sabe y lo que no, se inventa y por más pepas que te morfes, nadar las agitadas aguas de la adolescencia con esa mochila en la espalda suele hundir a cualquiera si no se tiene a mano una tabla a la que aferrarse. Descartada la familia, cuyos vínculos son aún más frágiles que el manojo de cañas con que antaño construía las chozas; descartado el amor siempre esquivo; quizás lo único que distinga el nachito en la superficie sean los libros.
   Desde la contratapa, la voz autorizada de Fabián Casas pondera la particularidad del lenguaje con que está escrita la novela y no sanatea; la verosimilitud que muestran los personajes surge de la voz que los construye, los protagonistas hablan y fundamentalmente piensan con la edad que tienen, forjando su personalidad con el devenir del tiempo, lo que es decir con el discurrir de páginas. Y aunque sea una obviedad, no pasa seguido.
   Una novela, la primera que escribe Pablo Giordano, a la que le caben los tres adjetivos que reclamo de cualquier expresión artística: honestidad, atrevimiento y cierto grado de belleza.

Gustavo Caleri para El Lince Miope

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Engtrevista en Radio Regional de Villa María:




   Pablo Giordano es de Las Varillas. Allí nació en 1977, allí vive y desde allí se proyecta al mundo. Y no exageramos, Giordano integra ese pequeño grupo de jóvenes escritores de la provincia que ha hecho de su trabajo literario un oficio. La disciplina, la prolijidad y la autoexigencia, llevada casi al extremo, lo han proyectado hacia todas las direcciones; como un sismo que tiene epicentro en el interior de Córdoba, pero con una onda expansiva de límites desconocidos. 
   Ha publicado en diarios, revistas y sitios de América y Europa: La Voz del Interior, EL DIARIO del centro del país, Diario Perfil, Punto en línea (de la Universidad Nacional de México), El Especial de Nueva York y Alex Lootz de Madrid. A fines de la década pasada formó parte de las discutidas antologías provinciales sobre la narrativa joven en Córdoba (Es lo que hay y 10 bajistas) y publicó los libros “La Felicidad es un Gordini” (poesía, 2009), “Los muertos” (cuentos, 2012) y “Chozas” (novela, 2012). En la actualidad mantiene una columna en la revista PoloSecki, de Córdoba, y escribe casi a diario en su blog “Cosas de mimbre”, un espacio virtual en el que difunde sus escritos y un abanico de propuestas para aquellos que gustan de la cultura en toda su extensión. 
   Recientemente su trabajo se coronó con la publicación de dos libros de muy buena factura en los géneros cuento y poesía. Esos títulos son la “excusa” que hoy le proponemos en este hermoso domingo.

 Armando la choza 

   Giordano está feliz: recientemente una editorial cordobesa materializó en tapas duras una novela que comenzó a escribir cuando era adolescente, 16 años para ser más exactos. Sobre ese momento, el autor reflexiona ahora, con 18 primaveras más sobre la piel: “Aprendí básicamente el ABC de la literatura y algunos truqillos más. Fue una experiencia reveladora, exhaustiva y agotadora, en su sentido literal”. 
   En el medio, desde su inicio hasta la edición, pasaron correcciones, publicaciones en microcapítulos en web (al mejor estilo novela por entregas) hasta las últimas correcciones momentos antes de imprimirse. “Chozas”, se ambienta hacia “fines de los 80, comienzo de los 90, en un barrio de trabajadores de un pueblo del interior de Córdoba. Allí se desarrolla la historia de un niño de clase media baja con sueños de escritor que, en épocas hiperinflacionarias marcadas por la última dictadura y las secuelas de Malvinas, descubrirá la muerte, el sexo y el amor en pleno vaciamiento menemista, entre otros temas fundantes, los cuales se abordan diagonalmente y configuran un paradigma generacional que no escapa a la neurosis y arriba a la adultez con una visión del mundo interrogativa de ciertos valores.” 
   El amplio proceso de maceración del texto ha hecho que distinguidos lectores se aproximen a la propuesta del varillense y hayan emitido su juicio revelador. En ese sentido, Fabián Casas dijo que Chozas “es un libro intenso, lírico, donde desfilan personajes inquietantes que me hizo acordar a la primera vez que me encontré con el lenguaje particular del gran Ricardo Zelarayán. Entre la montonera de libros literarios, ‘Chozas’ hace la diferencia por la creación de un lenguaje en mal estado, pero sin fecha de vencimiento. Un lenguaje que se muerde la cola y que destila veneno. Un libro que produce intensas ganas de escribir”. 
   El escritor cordobés Federico Falco, contemporáneo al autor de “La felicidad es un Gordini”, dice: “En ‘Chozas’ Pablo Giordano da cuenta, con una voz atenta a los detalles del habla y una mirada dura e implacable, de las formas de la infancia y la adolescencia en un pueblo del interior de Córdoba a fines de los años ochenta y principio de los noventa. Detrás de la aparente calma de las siestas y los feriados, mientras los adultos tratan de llegar a fin de mes como pueden, los más chicos descubren la violencia, el sexo, las diferencias de clases y los códigos de la amistad. Las películas de Luis Miguel, las novelas de Carolina Papaleo y Raúl Taibo, Nirvana, los bloopers de canal 8 y las bolsas de chizitos puntean un crecer doloroso y la entrada en una primera juventud que, en el horizonte de la llanura, se vive ya como una vejez infinita, sin esperanzas”. 
   Por otra parte, desde el otro lado del charco (España), Marcelo Luján escribió: “Chozas describe -con mucho acierto y desde una violenta dulzura- esa instancia maravillosa de la vida que es la adolescencia. Un texto precioso -de altísimo vuelo literario- que no parece ni de lejos ópera prima. Una prosa sin miedos, suelta, que descubre todos los rincones de cualquier pueblo de provincia. Párrafo aparte para los discursos directos: los más auténticos que he leído en años”.




Exhumando muertos

   De manera paralela, hacia fines de año pasado, Giordano veía concretado otro proyecto y es que su libro de cuentos “Los muertos” terminaba de editarse luego de ser seleccionado unánimemente y obtener el primer puesto en un concurso literario a nivel nacional. 
   Este libro alberga una serie de nueve cuentos que se exhumaron como huesos, en los que algunos ya habían aparecido en distintos medios del país y el exterior y que terminaron de armar el esqueleto con la adición de nuevos textos. Un libro orgánico, macizo, donde nada sobra. El autor nos sitúa en contextos particulares y disímiles, con esa prosa limpia, coloquial y con esas descripciones que nos plantan en algún pueblo de nuestro interior cordobés donde aparecen esos personajes singulares y pintorescos que muchos conocemos. 
   Juan Terranova escribe al respecto que “Los muertos” es una “cartografía de lo doméstico y la calle, personajes que son al mismo tiempo conocidos y extraños como en el heimlich freudiano. Pablo Giordano trabaja con una lupa, con una pinza y con un grabador-reproductor de voces. Sus relatos son ágiles, livianos, directos, pero también microscópicos, duros, astillados como un insecto de vidrio que nos mira”.
   Por su parte, Rubén Sacchi manifiesta “estos cuentos son crueles, pero no al estilo de Abelardo Castillo; poseen una crueldad cotidiana, casi natural, pero muy humana porque son horrores que resultarían evitables más allá de lo cultural y lo social. Sartre decía que para que el suceso más trivial se convirtiera en aventura era condición necesaria y suficiente contarlo. Yo sumo a esto que si la manera de referirlo lo vuelve atrapante, podemos estar en presencia de una promesa para el género”. 
   Un género difícil donde cada componente debe encajar perfectamente para que la maquinaria funcione de manera aceitada y armónica. La naturalidad con la que han sido construidos los diálogos hacen que cada trama sea un universo por sí mismo y se cree ese ambiente verosímil que a quienes escriben les cuesta lograr. 
   Cerramos con dos impresiones realizadas fuera del país. Desde México, Marco Tulio Aguilera Garramuño sentencia “hay algo indefinible en la prosa de Pablo Giordano que hace pensar en lo argentino esencial: aquello que está lejos de lo aparente porteño, la farsa, el embuste, la presunción. Su escritura es juvenil, pero posee una madurez definitiva”. Por su parte, José Angel Barruecos, desde España, dice que “Pablo Giordano destila en sus relatos una prosa feroz y cuajada de jerga mediante la que nos brinda historias ásperas y truculentas que nos enfrentan con esos abismos donde se mueven la violencia y la miseria”.

Darío Falconi




CHOZAS, primera novela del cordobés Pablo Giordano (Las Varillas, 1977), publicada en Argentina por Ciprés Ediciones hace pocos meses, describe -con mucho acierto y desde una violenta dulzura- esa instancia maravillosa de la vida que es la adolescencia.
Un texto precioso -de altísimo vuelo literario- que no parece ni de lejos ópera prima. Una prosa sin miedos, suelta, que descubre todos los rincones de cualquier pueblo de provincia. Párrafo aparte para los discursos directos: los más auténticos que he leído en años.
Adhiero a Fabián Casas cuando dijo "un libro que produce intensas ganas de escribir". 

 Entonces pensé en el sexo, en que íbamos a hacerlo, así, reventados, descuartizadazos, casi dormidos. Las sábanas empezaron a humedecerse y nos asqueamos del olor a detergente. No sé en qué pensé, ni se me había parado. Ella tampoco estaba excitada, se acomodó para dormir. ¡Mi santita! Quiero creer que era por el escabio, pero no tenía el mínimo interés en coger con la mina más linda del pueblo, la chica de mi vida, mi prima.

(espero, por el bien del dichoso 'puente -lingüístico- iberoamericano' del que tanto nos llenamos la boca, que esta novela esté pronto en España)

(Marcelo Luján en El Concepto de ficción)




Entrevista en el blog Cuestionario Schmidt

1-      ¿Qué objetos te acompañaron toda tu vida?
Algunas fotografías, algunos libros de Gustavo Roldán y Graciela Montes, algunas anotaciones e ideas para textos que jamás escribo, el DNI, recortes de diarios donde publicaba de niño, hojas cánson con las que fabricaba, escribía e ilustraba libros, algunos discos y no mucho más.
2-      ¿Sentís prescencias, vóces, músicas del trasmundo?
Primero tendría que saber qué es el trasmundo. Saber que algo llamado así existe me hace intuir de que se trata, pero más me sormprende que exista y la comundad científica internacional aún no lo sepa o lo haya dado a conocer. En el sentido metáforico, tampoco escucho grandes cosas. Desde niño supe que los muertos no tenían nada que decir, porque ni sisquiera los vivos lo tienen.
3-      ¿Qué pensás de la rosa, los anillos, el mar y los tatuajes?
La rosa siempre me pareció cursi, sobretodo en la poesía, hay poca gente que puede utilizar esa palabra o flor y salir indemne en un texto. Los anillos es otra cosa, ahí hay un simbolo, una sociedad occidental, un compromiso, o un rompimiento, además de enlazar. Con respecto al mar, es una deuda. No conozco el mar, y el día que lo haga, quizá como quería Rimbaud, encontraría la felicidad. Por el momento me contento con algún río cercano, el transcurrir y no el arribar. Los tatuajes me parecen horrendos, aunque algunos me gusten. Hay muchas categorías y entre los más detestables están los tribales y los carcelarios. Los dibujos, si se tratan de tatuajes antiguos, me producen pena, pero cierto encanto, como esos cactus en el desierto remitiendo a una nostalgia de algo que nunca conocí, el desierto de Mojave, por ejemplo, ahí tenés un opuesto al mar. Dos desconocidos para mí, el desierto y el mar, la arena y el tiempo.
4-      ¿Cuál es tu superstición?
No tengo supersticiones, aunque cierta manera de hacer ciertas cosas deben deribar de antiguas supersticiones. Cuando era niño tenía, aunque no las recuerdo. A veces me encuentro con ese ejercicio del cerebro que repite una acción absolutamente apática hacia un resultado esperado solo para asegurar su éxito. Extraño, ¿no?. A eso llamo –llamamos- superstición. Pero jamás la premedito.
5-      ¿En qué parte del cuerpo, el aire o el paisaje sentís la poesía?
Los paisajes son sin lugar a dudas un gran disparador y lo fueron siempre, desde la protopoesía, el haiku y todo eso. Los paisajes pueden ser mentales, memorables o físicos, pero siempre son revelaciones sorprendentes de estas escasas tres dimensiones, y sí, se admite que enamoran, enloquecen.
6-      ¿Escrbís mientras escribís o antes o después?
Jamás mientras. Siempre antes, y, sobretodo, después. Para mí escribir es corregir. Lo demás forma parte de un proceso que lleva a crear una materia prima de la cual saldrá el texto jamás definitivo pero cerca de la idea a publicar.
7-      ¿Qué autores no reelerías?
La inmensa mayoría.
8-      ¿De los poetas que conociste cuál, cuáles, te parecieron que unían su vida a sus palabras?
Baudelaire, Rimbaud, Walt Whitman, Alejandra Pizarnik, Hugo Mujica, Alberto Mazzocchi, Iván Wielikioselek, Marcelo Dughetti, por nombrar uno o dos de distintas épocas y lugares.
9-      ¿Qué, quién, quiénes, escriben en vos?
Las ansias de ser amado, por empezar, es la cosa horrible que escribe en mí, y sobre mí. Antes, desde una mirada infantil difícil de desterrar; desde hace un tiempo: aceptando y descubriendo no sin resignación una adultez que capacita. Negocio con el niño, recurro a sus valores y él me perdona. El adulto quiere ser escritor, quiere que sus textos se lean y que lo amen. El niño quiere venganza.
10-  ¿Vuelven algunas palabras, algunos temas o algunos climas?
Siempre están, creo estar escribiendo siempre el mismo poema, inconmensurablemente largo, que me llega de a pedazos, decantando, encastrando, configurando un enunciado que al final, espero, me revele algo. Por el momento, destila pequeñas verdades que pueden disfrutarse (o no) como pequeños poemas en lo que conocemos como literatura.
11-  ¿En tu vida, la poesía como propósito, destino o circunstancia?
Como expresión, simplemente como algo que no se puede expresar de otra manera que no sea a través de este artificio.
12-  ¿Qué quisieras leer mañana, que quisieras releer para siempre?
Suelo poner en el blog o en Facebook libros que leería. No se me ocurre un libro que leería para siempre, pero seguramente sería uno de poesía, y quizá de Pessoa.
13-  ¿Qué pensás del romanticismo alemán?
Lo veo muy bonito y disfrutable, pero inefectivo para mí, lamentablemente. El paradigma actual es la ciencia, y eso reprime pensamientos románticos; pero inaugura otros muchos mejores y complejos y menos neuróticos.
14-  ¿El silencio, la soledad, la transparencia, el orden, adentro, afuera, a veces, nunca ?
El recuerdo, la muerte, la revelación, el fin, el ser, el partir, lo divino, lo amado.
15-  ¿Qué fue lo imposible?
Llegar a la luna, pero sobre todo, volver de ella.
16-  ¿La poesía es una arma cargada de futuro, pasado, eternidad?
La poesía no es un arma, es pasado, y en todo caso, eternidad.
17-  ¿La poesía es literatura?
La buena, algo más.
18-  ¿Qué lugar ocupa la poesía argentina en Latinoamérica y en la lengua castellana?
No creo que ocupe un lugar sino un tiempo, y en todo caso, ese tiempo es administrado por hombres que nada saben de poesía.
19-  ¿Cuáles poetas argentinos te parece que deberían estar y no están?
¿A dónde?
20-  ¿Alguien te llevó o fuiste solo a esa palabra oscura?
De la mano, solo, como únicamente se puede llegar a ella.
21-  ¿Fuera de la poesía, qué campo del arte te interesa?
La literatura en general, las artes plásticas pero sobretodo la música y la ciencia, como madre de madres.
22-  ¿La poesía es una tarea del espíritu o una emanación de la historia? ¿hay espíritu, hay historia?
Ninguna de las dos cosas, es un artificio. Motivado quizá por eso que llamamos espíritu y del cual no tenemos muchas noticias más que las acciones adjudicadas inpunemente a él. "Emanación de la historia" me remite a la tarea de nomenclar una historiografía solamente basada en las erupciones volcánicas. Yo diría que la poesía es una puta que muy rara vez coge por amor, como la historia.
23-  ¿Cuál es la mayor dificultad en la relación existencia-poesía?
Dar en el blanco, repito, esas piernas no se abren casi nunca por deseo.
24-  ¿Quisieras responder otras preguntas, quisieras hacer otras preguntas?
Si, quisiera responder otras, pero ya se acabaron, querría hacer solo una: ¿en qué momento, la poesía nos traicionará?


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"... Moverse por la ciudad como los personajes de Molina en Los estantes vacíos, moverse entre pequeños pueblos oscuros, rutas y ciudades de procincia, como en los relatos de los cordobeses Federico Falco, Pablo Giordano, Luciano Lamberti, como el santafesino Sergio Delgado en su novela Al fin, imaginarios narrativos diferentes pero que repiten el mismo vacío (...) Los cuentos de Giordano y Lamberti a los que aludo son respectivamente El asesino de chanchos y Siluetas de Simulcop, ambos aparecieron después de abril de 2007, cuando se cierra este corpus de estudio. (...) Los traigo a colación porque se trata de escritores que publicaron muy jóvenes durante el período que consideramos, aunque sus obras más interesantes aparezcan después..."


de Elsa Drucaroff, Los prisioneros de la Torre. Política, Relatos y Jóvenes en la Postdictadura.






Radio Giordano


   Desde extramuros, Basta que sea es un programa de radio-blog. En su edición 8, Pablo Giordano entrevista a Marco Tulio Aguilera Garramuño quien, por 1974, publicara en Ediciones de la Flor: Breve historia de todas las cosas. Libro del que guardo un entrañable recuerdo, por dos motivos: da un giro al realismo mágico hasta torcerlo por completo, y en la contratapa figuraba una frase intencional del editor destacando al autor como mejor escritor que García Márquez. Y en eso tenía muchísima razón… Acá el blog de Aguilera Garramuño. ¿Encuentros insospechados? Tal vez, cómo no, más a partir de la lectura de esa muy extraña y excelente novela de Junot Díaz -La maravillosa vida breve de Óscar Wao-.

Omar Genovese en El Fantasma

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Títulos y editoriales


Babel Editorial acaba de editar "Es lo que hay", antología de la joven narrativa cordobesa con selección y prólogo de Lilia Lardone. Estilos diferentes, temáticas encontradas pero que comparten en su amplia mayoría el sesgo coloquial de estos tiempos, los veinticuatro autores aquí reunidos expresan sin duda la vitalidad narrativa del interior. La red, signo de este tiempo -señala la prologuista- ayudó a conformar el colectivo, colectivo en el que priman los narradores antes que las narradoras. Lardone señala al respecto algo, sino temerario, al menos discutible: "en Córdoba las chicas -salvo excepciones- escriben poesía." Como sea, el conjunto es sumamente valioso, representativo. Y en particular los relatos de Pablo Giordano ("Dos siluetas de Simulcop", un relato límpido, con diálogos precisos y final muy logrado); Mariano Barbieri ("Hurga"); Pablo Natale ("Disfruta de la felicidad eterna"); Fabio Martínez ("Tartagal queda cerca de Yacuiba y Yacuiba queda cerca de Tartagal"); Hugo Rabbia ("Ocio") y Sebastián Pons ("Así muere la poesía"), entre otros. Lo dicho, una muy valiosa propuesta con exponentes que van más allá de la nota promisoria. Es lo que hay, sí, pero no es poco y muy valioso.

Gabriel Báñez para el Diario El Día de La Plata

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Un porteño leyendo a cordobeses

Gustavo Nielsen 
Especial 

   La literatura no es solamente un modo de concatenar una serie de palabras para poder hacer comprensible una historia. Eso se parece a un anzuelo detrás del otro, puestos a diferentes alturas, en un largo sedal. La literatura es mucho más. La literatura es una red de pesca. Si logramos ver alguno de los nudos de cerca, tocarlo, tal vez desatarlo, significa que ya estamos definitivamente atrapados en ella. Esta es una verdad de pescador. 
   Tiré mi mediomundo en el río cordobés y pesqué dos nuevos libros que voy a cocinar para ustedes. A la vasca, a la romana. A la porteña, bah. 
   Uno es de carne joven, las mojarras de la literatura. El otro reúne un cardumen de jovatos como yo, pero que viven en "la Docta". 

   La antología de los jóvenes cordobeses se titula Es lo que hay, de Editorial Babel. La otra es Cuarto Oscuro, de Editorial Raíz de dos. 
   La selección y el prólogo de Es lo que hay fue hecha por la profesora Lilia Lardone, una especie de mamá literaria súper aplicada. Y la verdad es que lo hizo bien: los cuentos son variados, las temáticas interesantes y la juntada es impecable: son pibes entre 20 y 30 años que ya son escritores. Hay algunos más originales y otros más ortodoxos, pero todos son escritores. Entre los más jugados están Taborda Varela, con un cuento de tinte sociológico –Arroces como balas–, y Javier Martínez Ramacciotti, que se mete en Zombie con una relación amorosa y le agrega un plus literario interesante. Entre los tradicionalistas está Luciano Lamberti, que cursa una especie de existencialismo beat en El asesino de chanchos; lo sigue Pablo Natale con Disfruta de la felicidad eterna, un cuento melancólico y peligroso (o peligroso por lo melancólico); Emanuel Rodríguez y la suave ternura de sus Margaritas; Federico Falco y la psicología mal entendida en Un camino amarillo; David Voloj y un intento acertado de pornografía tabú en La culpa es de los padres. Los puntos más altos, a mi juicio: el cuentazo de Pablo Giordano sobre culpas y cosas no dichas en la infancia, Dos siluetas en Simulcop; el parco y carveriano San Rafael, de Javier Quintá, y el maravilloso Ocio, de Hugo Rabbia. Cabe agregar que solamente conocía de antes a tres de los escritores, por estas cosas de los blogs: a Giordano, a Diego Bermani (que viene con el cuento de un cerdo con gustos exquisitos) y a Falco. Ya sabía que ellos eran buenos. Los demás fueron una gratísima sorpresa. 
   El otro libro está prologado por el Gran Carlos Gazzera, que nos invita a leer a sus amigos en clave lúdica: todos hablando sobre un mismo tema, las elecciones. Todos los que aquí escriben pasan los 40 años; la prosa es más equilibrada y con menos excesos. Estos escritores son los maestros de taller, los empleadores en los periódicos, los jueces en concursos de los del otro libro. Y aquí vuelvo a opinar, porque leí: la antología tiene un nivel homogéneo, pero me gustaron más 4 de los 11 cuentos que allí salen. El que abre el libro, Gusanos, de Jorge Londero, e Indigestión, de José Playo, por la locura que le agregaron al tema comicios; son muy graciosos. Los ojos del ciego, de Jorge Cuadrado (un autor del que me gustaría leer más cosas) y Padrón, de Carlos Presman, la fuerza de un gran final. Cuatro joyitas en una pila de piedras preciosas. 
   Son dos libros que atrapan como una red de pesca. Hacen un corte zonal y temporal: aquí y ahora. Dos generaciones actuando y escribiendo en Córdoba, Argentina. Dos libros para comprar, leer, guardar. Los votos que hice y hago son simplemente porque uno vota siempre, porque me gustaron más unos cuentos que otros, o simplemente porque sí. Perque me piache, como decía el Papa en el chiste de las tetas. O porque fui llamado a votar por la seducción intrínseca de sus letras, y no como exige el Doctor Juan Ramón Garrido Pérez en la página 83 de Cuarto Oscuro, arengando a su tropa de restorán: 
   –¡Vótenme a mí, soy el único que mastica y traga la fruta del clericó! 



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28 de junio de 2009 – CRITICA DE LA ARGENTINA
EL CORDOBÉS PABLO GIORDANO

Un escritor que pinta su pueblo
Acaba de publicar tres libros y cada lunes sube un capítulo de su novela a la web, en la que narra con humor "como un pueblo te cocina a fuego lento"


“Sabe que no es necesario ser aburrido para hablar del aburrimiento, ni oscuro para expresar la oscuridad: su poesía es una gema profunda y negra, pero tallada con claridad absoluta”. Así escribió sobre Pablo Giordano el escritor Marcelo Di Marco en el prólogo de La Felicidad es un Gordini (Textos de Cartón-2009), el hermoso libro de poesía que el joven escritor acaba de publicar en la editorial cartonera de la ciudad de Córdoba.

Pero lo observado por Di Marco no sólo se aplica a esa poesía ni lo publicado por Giordano se reduce a ese libro; sino que acaban de salir a la luz dos antologías de la joven narrativa cordobesa, Es lo que hay (Ed. Babel) y 10 bajistas (Eduvim), en las que participa con un cuento y un microrrelato, otros de los géneros en los que su escritura fluye y donde el aburrimiento vuelve a aparecer como la chispa que enciende la acción de los personajes o como una fina capa que los adormece de por vida. El escenario siempre es un barrio, que podría ser el suyo, en Las Varillas, una pequeña ciudad del este cordobés donde recibió a Críticadigital y donde justamente hace 22 años, “cuando tenía apenas diez, una tarde de domingo e inmerso en un terrible aburrimiento de pueblo” escribió su primer cuento. 

En su casa, con el silencio de la siesta pueblerina interrumpida por los ladridos de unos perros callejeros, Giordano cuenta que después de aquel relato llegaron otros pero todo terminó con la primaria hasta que dejó el colegio secundario, recuperó el entusiasmo y volvió a leer y escribir. En 2002 creó Cosas de mimbre, el blog que ya dejó de serlo y que ahora utiliza sólo como una especie de archivo donde va colgando lo que escribe, “sin presiones, sin bloguear”. Allí sube cada lunes un capítulo de Chozas, su novela inédita que circula con excelentes críticas entre colegas y lectores. Claro que se siente halagado, dice, mientras trata de hacer callar a los perros. 

La historia de la novela es la vida de un pibe de clase media que, narrada en primera persona, avanza con la velocidad de las peripecias de personajes tan reales como el Étor, el colorado Cresta, el Benja, el gordo Suero, el negro Huelga, muchachos que conocen de violencia, hambre y descontrol y que se juntan en chozas de paja que ellos mismos construyeron para matar el tiempo. Allí se ríen, se escapan, se putean, crecen y se arruinan la vida. Escrita con mucho humor y un registro hiperrealista logra que el lector sienta que está ahí muriéndose de risa o retorciéndose de dolor. 

Escribir Chozas le llevó años. “La he corregido mucho y sigo haciéndolo, subirla a la web es un intento de terminar con toda corrección. Porque la literatura - algo que dirá varias veces durante la entrevista - tiene más que ver con la corrección que con el hecho de fluir”. Lo mismo hizo con sus cuentos, cuando su blog era blog: revisó y editó muchos de sus relatos que hoy están antologados en Grageas (IMFC - 2007), junto a cuentos breves de Abelardo Castillo, Leo Masliah y Ana María Shua; o en 25 ciudades, de La voz del Interior (2007). 

Con fina ironía y como para graficar que el motor de su escritura es narrar lo que le pasó, lo que le contaron, lo que piensa y siente, Giordano dice que no sabe si escribe cuentos o anecdotarios. Le resulta fácil contar historias infantiles de los 80, tiene tela para cortar y sobretodo un tono. Durante el encuentro se explayará con varias, pero hay una que condensa el valor de los gestos en su narrativa. Un día recibió por correo dos ejemplares de un suplemento cultural de Nueva York en el que había publicado unos relatos. Era 2002 y la paranoia mundial por el ántrax llegaba también a Las Varillas, al punto que hasta el cartero “lo miró raro” cuando quiso abrir el sobre y tuvo que explicarle lo que contenía para que se fuera tranquilo. De esos detalles están repletos sus textos. 

Hay un ritual que la mayoría de los varillenses repiten todos los mediodías: clavar el control remoto en el canal de TV local cuando se emite Retro, un programa realizado con imágenes de archivo y en el que pueden reconocerse con algunos años menos o verse en situaciones ya olvidadas hasta por ellos mismos. Al programa también lo realiza Pablo, quien se remite a una de esas imágenes para explicar que “la literatura hoy es un hobbie y que logró reunirse con su idea ancestral de inutilidad”. La frase, que comenta haberla leído en algún lado, le recordó a una entrevista a un viejito escultor que vive en un rancho en el medio del campo. “Si vieras sus obras, eran muy bellas, tenían valor artístico. ¿Y qué es el tipo para la sociedad? un hombre que tiene un hobbie. Como el escritor que tiene el hobbie de escribir. Así es para la mayoría de la gente, aunque para mi sea fundamental”. Como narrar un gesto. 

Y quizás por todo eso, ante la consulta sobre qué es lo que más le agrada de vivir allí, responde que “las ciudades queman, arden, consumen. El pueblo te cocina a fuego lento, al spiedo. Das vueltas todo el tiempo y no te movés de tu eje. Me encantaría viajar; pero si viviera en una gran ciudad, definitivamente no sería escritor. El hecho de que no pase nada y que casi no haya gente ni cosas para hacer, es una buena condición para ponerse a escribir”. 

“ES LO QUE HAY” . Algunas consideraciones de Giordano a propósito de la reciente publicación de la antología de la joven narrativa en Córdoba, compilada y prologada por la escritora Lilia Lardone y que fue presentada ayer en Buenos Aires. El libro reúne relatos de 24 narradores nacidos a partir de 1976. 


¿Cuáles son las características comunes en la literatura de los jóvenes cordobeses?

Para que pueda asegurarse que una literatura es de un lugar y no de otro, creo, tiene que ser intransferible. En la literatura cordobesa de mi generación impresiona la cantidad de cuentos que transcurren en pueblos del interior, con personajes que se comen las eses y trabajan en los silos de granos. Impresiona esa manía de referirse a la infancia y al yo. Creo que el blog fundó un género en sí mismo que se transfirió a la literatura de a poco, subrepticiamente. La idea de diario personal, de la primera persona contando sucesos en apariencia triviales, cotidianos, es un arma de doble filo: algunos logran manejar este arma con maestría, la mayoría no.


¿La antología “Es lo q hay” vendría a ser la presentación de la joven guardia cordobesa? 

A diferencia de Buenos Aires, la “joven Guardia Cordobesa” se ha promocionado mucho menos como tal. No surge de una reunión de autores autoconvocados con un fin determinado, sino como selección de autores a cargo de una escritora consagrada como es Lilia. Algunos autores comparten ambos grupos, algunos otros jamás volverán a aparecer en ninguno de los dos.

Alicia Beltrami

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Fábrica 

Las antologías "Es lo que hay" y "10 bajistas" ponen en foco la producción narrativa de una nueva generación de escritores cordobeses.

   De a muchos se hace más ruido. En un mismo mes la materia difusa de obras y autores que suele denominarse por comodidad periodística o por pertinencia geográfica "la literatura cordobesa" parece estallar en la definición de una nueva generación de autores que han sido convocados a formar parte de dos antologías. Dos proyectos que coinciden en su intención de partida: dar cuenta del escenario joven local. Lilia Lardone y Alejo Carbonell emprendieron sendas compilaciones sin saber que coincidirían, ni que sus antologías Es lo que hay y 10 bajistas serían presentadas el mismo mes –el 15 de abril 10 bajistas, el 23 Es lo que hay–.

   La versión cordobesa de la moda de antologías que inició La joven guardia en 2005 muestra a una generación de autores con estéticas disímiles y tradiciones divergentes, pero que coinciden en algunas instancias significativas: la mayoría se educó en la década menemista, no tiene en cuenta una tradición local, fue testigo de los cacerolazos y del 11/9, y participó en proyectos alternativos de edición. La mayoría, además, apuesta con desgano o entusiasmo a un ejercicio que, en los términos del mercado, no tiene futuro. Y les encanta.

Coincidencias.

   10 bajistas fue una propuesta de una editorial (el sello de la Universidad Nacional de Villa María, Eduvim) a un escritor, Alejo Carbonell. Es lo que hay nació al revés, como propuesta de Lilia Lardone al sello Babel. Los libros no sólo coinciden en su mes de publicación y presentación al público: seis de los autores participan de ambas antologías. Entre esos seis, quizás el caso más significativo sea el de Luciano Lamberti, un autor cuya producción literaria y trayectoria en el campo de las ediciones independientes lo vinculan estética o biográficamente con casi la totalidad de los autores de ambas antologías.
   El escritor de San Francisco publica dos cuentos de estética diferente en cada antología y ofrece un panorama de recursos y estrategias que bien podría definir a la generación en cuestión: paisajes locales, retorno a la infancia, prioridad de la primera persona, tono melancólico y brutal, una anécdota central que se ramifica en historias secundarias pero definitivas, un juego constante con la presunción de que algo terrible está a punto de suceder y nunca sucede –o sucede en otra dimensión, en otro relato–, prescindencia de todo sentimentalismo, finales abiertos, reflexiones en torno de las formas contemporáneas de la soledad. Y todo lo contrario.
   Otro punto en común entre los dos libros es la escasez de mujeres narradoras: en Es lo que hay, sólo participan dos (Maricel Palomeque y Cuqui), y en 10 bajistas, ninguna: ambos antólogos explican en sus prólogos que simplemente no hay mujeres narradoras en Córdoba. Las que escriben, se dedican a la poesía.

¿Clásicos? 

   Los argumentos de la nueva narrativa local, de acuerdo a estas antologías, nacen de noticias policiales, de anécdotas familiares o de recreación de relatos tradicionales. La experimentación formal está contenida (no podríamos hablar en ningún caso de algo parecido a la "aliteratura" de los ´60, por ejemplo, ni de experimentos dadaístas o surrealistas) en cierto retorno a una preocupación más bien clásica: contar una historia. La mayoría de los autores se preocupa por contar bien una historia, cuyos temas aparentemente adyacentes u ocultos terminan siendo centrales: "Simulamos nuestras cicatrices para que se noten más", dice Sebastián Pons.

   Pons publica en Es lo que hay un cuento marechaliano sobre dos poetas cordobeses a la deriva en la ciudad de Córdoba, una suerte de adaptación del "viaje a la oscura ciudad de Cacodelfia" del Adán Buenosayres. El autor propone un panorama generacional signado por "el desencanto, la aniquilación de ideales, la trama inverosímil y profundamente sarcástica de la existencia durante esos años, y la inestabilidad de toda base en la que se pudiera construir o reconstruir lo real".
   Marcelo Díaz participa en Es lo que hay con un cuento sobre la alienación de las relaciones personales, la soledad y la hiperestimulación de la sociedad de consumo. Dice que pertenece a "una generación que se encuentra en la fiebre y en la noche y que se traduce en una literatura del momento, del presente, que no tiene pretensiones de trascendencia bajo ninguna forma". El varillense Pablo Giordano agrega: "Somos una generación sin sueños, que asistió al exterminio de los ideales y a la cosificación del arte en un ejercicio tan lánguido como cuando nuestras madres nos peinaban antes de ir a la escuela un día de viento".

   Para completar el cuadro, el salteño Lucas Moreno –vive y saca fotos en Córdoba, e insistió en salir en la foto acompañado de su trípode– dice sobre las marcas generacionales: "no pienso en eventos históricos sino en tecnologías, formatos o materialidades: cine, televisión, Internet, chat, mp3, boliche, Speed con vodka. Estos aparatos de lo pasajero y de lo divertido están muy pegados a nosotros. Queda todo espectacularizado y somos hipersensibles al aburrimiento".

¿Quién dijo Carver? 

   La mayoría de los nuevos autores no ha leído la obra de las generaciones cordobesas anteriores. Una pregunta sobre las relaciones entre la nueva y la "vieja" literatura deparó muchas más excusas y distancias respecto de los conceptos de nuevo y viejo que precisiones sobre lecturas.

   Javier Ramacciotti es uno de los que arriesgan incluso una negación de alguna tradición local relevante: "Somos huérfanos chocando con huérfanos mientras buscamos como podemos restos para construir una herencia, un acervo literario. Pero esta orfandad, que es nuestra pobreza, es también-creo- nuestra libertad".

   Entonces, ¿qué leen? "A priori diría que existe como una especie de ‘mito’ de lecturas subyacentes y compartidas. Se ha señalado hasta el hartazgo la influencia del minimalismo norteamericano, de Carver en particular, a lo que yo, en lo personal, sumaría a los realistas italianos de la posguerra y a los regionalistas argentinos. Creo, efectivamente, que es algo que muchas veces (pero no siempre) se puede leer y que es una marca bastante particular de lo que se produce en Córdoba. O por lo menos, es una referencia que en Buenos Aires no existe" resume Falco.

Formas de localismo.

   Ahora bien, el paisaje, cierto uso del lenguaje coloquial y la recurrencia temática en el desencanto sí ligan a la mayoría de los cuentos a la posible "cordobesidad" a la que hacen referencia los subtítulos de las antologías. "Es impresionante la cantidad de cuentos que transcurren en pueblos del interior, con personajes que se comen las eses y trabajan en los silos de granos. Impresiona esa manía de referirse a la infancia, y al yo", dice Pablo Giordano cuando piensa en los lugares compartidos de la narrativa local. Pablo Natale también destaca "una forma híper-hegemónica de hablar el pasado y de hacer desaparecer los futuros posibles". Natale enfoca en cierta desesperanza común a todos los textos, y ciertamente el tono de ambos libros no deja de ser apocalíptico. Toda esperanza carece de sentido, y en esa dirección, el cuento de Hernán Tejerina en 10 bajistas es icónico: una vida que transcurre en un día, sin sobresaltos y sin ningún encanto, sin dejar rastro.

Ocupar un lugar. 

    "Creo que estas antologías pueden llegar a significar el puntapié inicial para muchos de nosotros –dice Javier Quintá–, convertirse en un aporte muy importante para la construcción de un espacio literario que hasta ahora se mantiene difuminado en los blogs y en varias pequeñas ediciones independientes, como la desaparecida editorial La Creciente o algunas revistas, como fue La Intemperie en su momento y hoy es Diccionario".
   "Si existieran antologías así en todas las provincias –agrega Pablo Dema– sería más difícil, o más bochornoso aún, hacer libros como La joven guardia, que se presenta como una muestra de la nueva generación de autores argentinos cuando en realidad contiene textos de autores de tres provincias y con una desproporción notable: 18 son de Buenos Aires, 2 de Córdoba y 1 de Santa Fe".
Coinciden, se distancian, buscan la polémica o la esquivan. Algunos buscan la fama, otros sólo se quieren quitar el peso de un pasatiempo inevitable. Algunos quieren entender el pasado, otros quieren saber qué hacer sin un futuro. Los han etiquetado como lo nuevo, como la promesa. ¿Qué harán con ese peso, con esa etiqueta? Probablemente lo que hacen con todo lo demás: no darle importancia, a menos que sirva para escribir.

Emanuel Rodríguez. La Voz del Interior.

   En 1999, el escritor norteamericano David Foster Wallace publicó el maravilloso libro Entrevistas breves con hombres repulsivos. La referencia a ese libro no es gratuita: Foster Wallace es un autor central para la generación que comenzó a leer en la década de 1990, la generación que coincide al menos cronológicamente con casi todos los autores de 10 bajistas y Es lo que hay (Diego Fonseca es levemente más viejo, y sus lecturas de formación tuvieron lugar en la década anterior). Estas entrevistas breves sirvieron de apoyo a la confección de la nota principal, pero proponen muchas más instancias de aproximación al presente de la narrativa joven cordobesa que las que se pueden meter en dos páginas de un diario de papel. Por es las proponemos aquí, como un documento de primera mano para quienes se interesen, ahora o en un futuro lejano –si es que hay un futuro– en algunas de las voces más relevantes de la escena contemporánea. Las preguntas fueron las mismas, a todos los autores. Estas son las respuestas de quienes aceptaron el juego insuficiente de una entrevista repulsiva.

   En las dos antologías se hace mención, en los subtítulos, a una nueva narrativa cordobesa... específicamente, ¿qué distancias hay con alguna "vieja" narrativa de la provincia?
   No estoy seguro de poder hablar de “distancia” dentro de la literatura, pero existe una diferencia generacional muy marcada con respecto a la “vieja” literatura. A esta “nueva ola” compuesta por autores nacidos después del setenta (y que casi no leyó a la “vieja”) las editoriales comienzan a canonizar con desparpajo como supuesta promesa de las letras nacionales, no tanto en Córdoba, pero sí en Buenos Aires. Habrá que esperar algunas décadas para saber quienes sobreviven a semejante sticker pegado en innumerables blogs, revistas y antologías

¿Qué marcas hacen de tu escritura una escritura "cordobesa"? 
El modo en que se expresan los personajes, los temas y el estilo, quizá. Que no son otra cosa que la realidad con la que nos criamos. Hay un coloquialismo galopante en las nuevas letras cordobesas. Para que pueda asegurarse que una literatura es de un lugar y no de otro, creo, tiene que ser intransferible; y ni así se ha podido vencer a la curiosidad cultural. Cada vez nos leen más en el exterior, y cada vez leemos más a alguien que escribe en un pueblito de Perú como si se tratase de Las Mojarras.

¿Hay lectores para tantos autores?
Los lectores de nuestra generación, son los escritores de nuestra generación, que también son editores y críticos. Ningún autor se animará a decirlo, pero en nuestros vanidosos corazones, lo consideramos el público soñado. Aunque algunos lo vaticinen para más adelante, la literatura hoy, es un hobbie. Logró reunirse con su idea ancestral de inutilidad, y por esa razón (paradójica), la considero fundamental

¿Qué marcas generacionales dirías que te unen -estéticamente- a tus contemporáneos, a los otros autores de la antología?
Es impresionante la cantidad de cuentos que transcurren en pueblos del interior, con personajes que se comen las eses y trabajan en los silos de granos. Impresiona esa manía de referirse a la infancia, y al yo. Nacimos en plena dictadura y nuestra experiencia primera con la democracia fue inflacionaria, luego el vaciamiento menemista nos manchó de un nihilismo poco menos terminal que la inundación de Tinelli en todos los aspectos de la existencia. Vimos los muertos del 20 de diciembre y la caída de las torres como algo que ocurría dentro de un videojuego, y mientras pasábamos esas pantallas, teníamos que inventarnos una vida con todos esos pedazos de nada. Somos una generación sin sueños, que asistió al exterminio de los ideales y a la cosificación del arte en un ejercicio tan lánguido como cuando nuestras madres nos peinaban antes de ir a la escuela un día de viento. El mundo se convertía en un descomunal cementerio, pero apareció Internet y un lugar para nuestras tristes artesanías. Nos brindo un público. Entonces empezamos a hablar de cierta literatura de cierta generación; y nos creímos escritores.

La Voz del Interior Web

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10 preguntas a Pablo Giordano

Entrevista realizada por Andrés Nieva, agosto 2009


"La felicidad es un Gordini" forma parte de diez años de poesía, cuál es el principio que te motivo a escribir estos poemas.
El principio motivador fue aprender y jugar a escribir poesía. Nada más. Tené en cuenta que en ese libro hay poemas que escribí a los quince años. Entonces estaba muy influenciado por Alejandra Pizarnik y se nota.

Participaste en dos antologías de cuentos que se editaron recientemente, que características según tú punto de vista debe presentar un cuento.
Bueno, no lo sé. Lo que sé es que el cuento a diferencia de la novela, es una pieza de relojería pequeña y precisa, donde lo asombroso radica en su funcionamiento, en el mecanismo que permite ver una superficie simple de apariencia natural, mientras debajo han sido colocados con perversidad engranajes que la provocan. 


Que poesía prefieres leer, con estructura clásica, sin formas, ambas.
No soy un gran lector de poesía, para mí la mayoría es basura. Porque la poesía es difícil. Y hay poca poesía relevante. Suelo revolver muchísimos libros hasta dar con algo trascendental. Siempre termino en los mismo autores, que son indispensables si uno quiere dedicarse al arte. Hablo de Pessoa, Pound y pocos más.

En que proceso estás con la novela que subes capítulos cada lunes en tu blog.
Empecé a postear la última parte. La novela tiene seguidores fieles, eso está bueno, he tenido muy buenas devoluciones, ¡y también reclamos de continuidad!

Cuáles son los estados de ánimo que te invitan a crear una obra y cuales no.
Ese es un tema difícil. En general hago todo lo posible para no sentarme a escribir. Tengo una negación que no puedo extirpar y lo intento a fuerza de trabajo y recordar lo bien que estoy cuando algo cierra, cuando empieza el proceso de corrección de un cuento, por ejemplo. Entonces suelo abrir tres o cuatro a la vez y escribir un poco de cada uno por semana, sin pretensiones, hasta que a alguno se le ocurre cerrar y lo persigo día y noche hasta que me representa.

En Córdoba existe gran cantidad de gente que escribe poesía y poco narrativa, que opinión tenés al respecto.
No es un fenómeno solo cordobés. Cuando una persona (generalmente en la adolescencia) decide dedicarse a escribir, elige hacer sus primeras armas literarias en la poesía. Creen ver en el hecho de escribir versos una facilidad: no hay que escribir mucho (una poesía puede tener un solo verso); no hay que ser necesariamente coherente; no hay que contar necesariamente una historia, no hay que plantear ninguna teoría u opinión e, inclusive, un golpe de azar puede convertir a nuestro mejunje de palabras y sensaciones en un muy buen poema. Eso creen los ingenuos que sospechan cierta facilidad para la poesía. Y después, el factor determinante en los últimos tiempos: la web. “Lo cargo y a alguien le va a gustar”. Ante este fenómeno, llegando al extremo de resultar molesto, algunos intelectuales han llamado la atención sobre las toneladas de basura poética que circula. Y esta idea salpica injustamente a toda la poesía, tiñendo de sospechas al mismísimo género. Cuando le pregunté a Carlos Barbarito si era verdad que la poesía estaba subvalorada con respecto a otros géneros me contestó que un poeta actúa a través de las grietas, de los intersticios, no porque lo quiera, porque está obligado a hacerlo. Generalmente, y al decir generalmente me expreso con suavidad, fracasa. Fracasamos. La única estética posible es la del fracaso, dice Cocteau.


Elige un cuento de Salinger, Borges; Cortazar, A. Castillo, Chejov, Kafka, Mauppasant. Cuál sería y porque.
Uff, arduo trabajo. De Salinger eligiría “Un buen día para el pez plátano” porque es absolutamente brutal. De Borges me gusta mucho “Emma Zunz”, porque en el final devela todo un universo, el de las causas y efectos como piezas intercambiables de la realidad. De Cortazar me quedo (así rápido) con “Carta a una señorita en Paris” porque fue mi primer encuentro con el absurdo (pero no puedo evitar recordar “Casa Tomada”, “La Noche boca arriba” y “Autopista del sur”, por supuesto). A Chéjov no lo he leído mucho, pero recuerdo “Amorcito”; Kafka tiene ese monstruo paradigmático llamado “El castillo”. Y de Maupassant es imposible no recordar Tombuctú. De Abelardo recuerdo muy presente a “El candelabro de plata” específicamente por este pasaje: “Quiero decir algo: miento prodigiosamente. Y es natural. La fantasía del que está solo se desarrolla, a veces, como una corcova de la imaginación, un poco monstruosamente; con ella elabora un universo tramposo, exclusivo, inverificable, que —como el creado por Dios— suele acabar aniquilándose a sí mismo. El suicidio o la locura son dos formas de Apocalipsis individual: la venganza de la soledad”

¿ Sos un lector salvaje que lees todo el tiempo o solo por períodos. Tu biblioteca va aumentando con los años o básicamente hay pocos libros.
Leo todo el tiempo, pero salvaje soy por la forma de leer. llevo una lectura fragmentada y caótica. En mi biblioteca de papel hay pocos libros, aumenta lentamente. Espero ansioso que bajen los precios de los e-book readers.

Si fueras un coleccionista de libros viejos, que primera edición te gustaría tener en tu casa. Yo tengo uno de 1930 de Leonidas Barletta autografiado.
No tengo un fetiche con los libros, pero colecciono estampillas. Tengo una de Bohemia y Moravia, un país que duró lo que un suspiro.

El primer libro que leíste en tu vida y el último. Diferencias y similitudes que encontraste en cada libro.
El Primero que leí en mi vida debe haber sido El Monte era una Fiesta, de Gustavo Roldán, o bien Luzul, el muchacho espacial, ya no recuerdo. El último que leí fue Zen en el arte de escribir de Ray Bradbury. En todos ellos se encuentra una desprejuiciada frescura.


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 Hay un dolor que forma parte de las primeras pérdidas, está asociado al crecimiento, a la construcción de identidad, se trata de aquellos afectos de la infancia que quedan por el camino por distintas razones. Muchas veces hacemos el intento de rescatar esa historia tratando de actualizarla, rara vez funciona. Pablo consigue en este relato retratar ese dolor volcando una profunda sensibilidad en el manejo del lenguaje, en la utilización de diálogos como pinceladas, en el hecho de poner el foco en las cosas mínimas que hablan de nosotros, de lo que somos, de lo que fuimos, de lo que no volveremos a ser.

aparecido en La Lectora Provisoria sobre el cuento Dos Siluetas de Simulcoop.

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Pablo Giordano: simplemente, el Autor de ‘La Muerta

   He disfrutado leyendo ‘La Muerta’. He disfrutado recreándome en las variables argentinas de nuestro castellano. Me he regodeado en las ricas descripciones que este relato ofrece. Por momentos, incluso he sonreido. Me ha gustado mucho que sea en primera persona. Es curioso que haya disfrutado así de un velatorio y de los recuerdos del protagonista en relación a la finada. Es duro, además, que esta sea una especie de freak que sufre de gigantismo.
   El autor que ha provocado todo esto es Pablo Giordano, Narrador que se estrena el jueves en esta casa con el mencionado relato. Con este brutal relato. Me ha hecho disfrutar, sí. Hombre, leyendo los apuntes biográficos que nos ha remitido, se puede entender. Giordano ha dirigido revistas juveniles y ha publicado algunas poesías y cuentos en el suplemento ‘El Especial’ de Nueva York-Nueva Jersey, en los diarios ‘La Voz del Interior’ de Córdoba (Argentina) y ‘Perfil’ de Buenos Aires y colabora con ‘El Diario de Villa María’ y la revista ‘Diccionario’.
   Asimismo, también es autor de las antologías: ‘In Our Own Word’ (Marlow Peerse Weaver - USA, 2007), ‘Grageas’ (IMFC - Buenos Aires, 2007) y ‘25 ciudades’ (Universidad Católica de Córdoba, 2007), así como diferentes piezas en formato digital en diferentes sitios de Argentina, México, Cuba, Estados Unidos, Portugal, Brasil y España, siendo algunos de sus textos traducidos al inglés y portugués.
La verdad es que no sé cómo serán muchas de estas obras y, sinceramente, no me importa demasiado. He disfrutado sobremanera leyendo ‘La Muerta’ y por el momento me basta para afirmar que estamos ante un buen escritor o, por lo menos, ante el escritor que ha creado ‘La Muerta’, que no es poco. Compruébenlo ustedes mismos el próximo jueves en esta revista.

Raúl Luceño para la revista española Narrador.es


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Giordano se somete al cuestionario de Iván Ferreyra

   ¿Quién no escucho hablar de Pablo Giordano, el escritor de Las Varillas? Si es así, es por qué nunca habitó las tierras de google. Giordano es más bueno que Lassie atada, pero cuando escribe se enoja, es posible que algún día nos sorprenda en los policiales de algún matutino. Giordano me cae bien, cree en los que arrancan de abajo, como yo. Vamos a ver que dice ante este manojo de preguntas estúpidas.

   ¿Dónde está la tristeza? En la infancia y en el sur de Estados Unidos. ¿Dónde están los nadadores? ¿En el club? ¿Dónde está el rocanrol? En la adolescencia. ¿Dónde están los consumidores? En el planeta tierra. ¿Dónde está la luna? En la toma previa al partido de fútbol. ¿Dónde están los discjockey? En barrios bajos cultivando perros asesinos. ¿Dónde están los aborígenes? Allá donde no vemos y en los genes de la mayoría de nosotros. ¿Dónde están los punk? Enterrados, o caminando como zombis. ¿Dónde están los heavys? Frente al espejo, preguntándose por la patología de su homofobia. ¿Dónde está la belleza? Arañando la piel de gallina de quien la observa, así como la muerte se posa en los ojos del asesino. ¿Dónde están los discapacitados? En cualquier lugar, siendo felices. ¿Dónde están los boxeadores? En la lona. ¿Dónde están los escritores? En los blogs. ¿Dónde están los revolucionarios? Leyendo revistas sociales, fumando marihuana y comprando instrumentos indígenas. ¿Dónde están las mujeres hermosas? En cualquier idealización de morondanga. ¿Dónde está López? Andá a saber. ¿Dónde estás vos? En Las Varillas, venite. ¿Dónde están los fotógrafos? Detrás del ojo negro, siempre detrás del ojo negro. ¿Dónde están los gays? Allí donde hay movimiento, diversión, y otros Gays! ¿Dónde están los que niegan? En ninguna parte, igual que los que aceptan. ¿Dónde están los enanitos verdes? ¿Grabando? ¡Decime que no! ¿Dónde están los peluqueros? Detrás de las paredes-espejos. ¿Dónde están los que abrazan? Justo delante tuyo cuando querías llegar hasta la barra. ¿Dónde están las putas? En la entrada de Laspiur. ¿Dónde están los sindicalistas? En la TV, en la calle, en las oficinas, en los juzgados. ¿Dónde están los auspiciantes? Acá están todos, fíjate. ¿Dónde están los cumbieros? Viajando en combis, siempre. ¿Dónde están los modelos? En las revistas de corte y confección de los años cincuenta. ¿Dónde están los piqueteros? este tipo de preguntas es la que me lleva a pensar que este interrogatorio está mal formulado. ¿Dónde están los ecologistas? Ocultando la corrupción de Greenpeace. ¿Dónde están los sueños? En mí, están todos en mí, incluidos los tuyos. ¿Dónde está el destino? En la reflexión. ¿Quiénes tienen las respuestas a lo que buscamos? Google, Wikipedia, y la casualidad.

Iván Ferreyra.
Buscando diario para publicar columna.

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