Adios...

   Justo ayer hablaba con un amigo sobre Luis y sobre la madurez que uno adquiere después de tantos años de escucha, y cómo lentamente el fanatismo desaparece y empieza una desconfianza sana, y se reconocen las zonas grises de su talento, las flaquezas, los clichés. Hablando de épocas, discos, canciones y sus repeticiones; recordé un chat que tuve con Spinetta hace muchos años donde le pregunté por qué en sus últimos discos abusaba de palabras abstractas e impunes como "Alma"; "luz"; "Viento"; "Aire"; "Allí"; "Instante"; "Amor"; etc. Me contestó que nombraba esas cosas porque eran el tipo de presencias cotidianas, a lo que estamos condenados para siempre, etc... pero no era así, con mi amigo concordamos que eran palabras comodines para que sus versos cerraran y seguir manteniendo el "personaje Spinetta", tan gnomo, tan natural, tan puro, tan incorruptible y que no era más que eso, que en el fondo era "de derechas" como  bien retrató Fabián Casas en una controvertida nota no hace mucho. Digo estas dos o tres cosas porque es lo único en "su contra" que puedo argumentar. Lo demás es intransferible. Cada uno de nosotros lo sabe y lo experimentó de maneras diferentes. La genialidad estaba ahí, y ahí estaba cada cosa que nombraba de una manera extraterrestre, en panoramas posapocalípticos, de plomo, de cromo, alucinados.
   Cada uno de nosotros tuvo una época al termino de la adolescencia en que descubrimos su música y flasheamos, después nos hacemos fanáticos, y lentamente (después de escuchar miles de otras cosas que sin escuchar a él no hubiésemos podido tolerar) empezamos a entender y disfrutar plenamente de su música (más allá de lo ritual-automático); y la de la mayoría del rock argentino pre-chabón, o aquellos que siguieron una línea más melódico-rockera, lírica y esteticista.
   También llega una época en que dejás de tener ídolos, ya adulto y que las personas que los encarnaban, mueren. Por eso, lo mejor de la humanidad, y esto Luis lo sabía de sobra, es su registro. "La data de la madre final / se seguirá imprimiendo / en un banco de niebla".
   De todas maneras, allí está la pesada noticia en la tele, el frío en el estómago, la soledad de quedarnos frente al cadaver del hombre, como un ciego frente al mar.