El día que traicioné al Heavy Metal

El Mauri pasó en la bici poseído, tenía unos pantalones deshilachados nuevísimos.
—Voy al correo —me gritó—, ya llegó.
—¿De enserio?
—Parece que sí.

Se había gastado los ahorros del año en aquel paquete. El Mauri era cinco años mayor que yo y laburaba en un lavadero de autos para pagarse las cañas de pescar, las fichas en los jueguitos y aquellos paquetes cada tres o cuatro meses. En el mostrador del correo el Mauri firmó unas cosas, le pagó al tipo y agarró el bulto como si se tratase de un animal herido. Salimos del lugar casi corriendo. Nos fuimos atrás del Banco de la Provincia, nos sentamos tranquilos en el pasto y desarmamos a mordidas el paquete hasta llegar a la bolsita gris. La abrimos y ahí estaba. El Casete doble de Iron Maiden en vivo después de la muerte. No lo podíamos creer, las cajitas estaban pegadas por el plástico negro de atrás.

Ser heavy en las Varillas a los diez u once años, era (además de bastante freak) una pose, un querer ser. En el pueblo había (los contamos) no más de siete heavys. Ninguno tenía más de treinta casetes, lo juro. Era fines de los ochenta, y para conseguir la revista Metal, había que pedirla y esperar mínimo tres meses. A los casetes mucho más.
Al principio, por supuesto, aquel ruido a lata, ritmos velocísimos y griteríos en ingles, no me había gustado para nada. Pero yo era un chico triste, y los riffs apocalípticos no iban a tardar en enamorarme. También estaba esa cosa muy poco definida: ser heavy. ¿Qué era ser heavy? No lo sabía, pero me parecía intuir que había que odiar a los padres, ser cruel con los animales, adorar al diablo, y estar en contra de una cosa que se llamaba Sistema. El Mauri me había explicado que El Sistema es una gran maquina que lo dominaba todo pero no podés verla, cuando te hacés heavy mirás para arriba y la ves, pero ya no podés hacer nada y te das cuenta de que sos un títere.
Yo adhería a todo eso desde un ser infantil que se desmayaba si estaba lejos de su madre. Ellos ya eran adolescentes y salían los sábados, y tomaban alcohol, y se rompían los pantalones sin que sus padres los retaran. Yo empecé a dejarme el pelo largo, y fui el único en todo el pueblo en terminar el primario con el pelo casi hasta la cintura. Tener a mi madre de directora era una ventaja que pesaba bastante.
Lo que escuchábamos era ecléctico (no así en aquel entonces cuando TODO entraba dentro del Heavy Metal). Bon Jovi (sobretodo el disco New Jersey); Iron Maiden (el primero que no tenía nombre; Séptimo hijo de un séptimo hijo, El número de la bestia, Atrapado a tiempo en algún lugar, ¿Puedo jugar con la locura?; El Fantasma de la Opera); Kiss (un compilado); Ac/Dc (Quién hizo a quien, Highway to hell, Back in Black); Van Halen (el disco en donde estaba “Bombayira”); Deep Purple (el disco sinfónico en donde tocan el himno, y el del gallo); Ozzy Osbourne; Judas Priest, Mötrey Crue; Quiet Riot; Europe, Scorpions; Riff, V8, Rata Blanca; algunos de Led Zeppelin, Pantera (solo Vulgar display of power); Black Sabbath, Motorhead’s y no mucho más.
El heavy tenía algo raro en su música, que después de algunos años supe entender cuando leí su composición y básicamente el uso del intervalo de tercera menor (un tritono entre si y fa, y un tritono entre re y la bemol). Los heavys habían adoptado (influenciados por la Música Clásica) ese intervalo para explotarlo al máximo, sobre todo porque se la llamaba la nota del diablo, debido a su difícil entonación y su sonido siniestro. Era un intervalo que la Iglesia prohibía porque creía que el Diablo se infiltraba en los conciertos cada vez que se tocaba ese acorde.

Pero la música no nos interesaba tanto en aquel tiempo. Lo picante era aprender a dibujar bien el logo de Maiden y el símbolo, también tratar de lograr la colección completa de sus discos, por aquel entonces más de una veintena. Recuerdo la melancolía de Remember Tomorrow, del primero; el disco de Riff con Juan Antonio Ferreyra, cantando Elena X y los recitados como introducción en algunos temas de otros discos: Escucho el grito / ensordecedor desde el infinito / el Dios cae / y las antiguas leyendas desaparecen. Aquella máquina / ya no funcionaba /pero había terminado / con la especie humana. (En Dios Devorador) o el otro: La ciudad del mundo nuevo / duerme su sueño de paz / ve la vida en un video y se le va la vida al creer / megáfonos recomiendan / use máscaras de gas / hay oxígeno vencido en esta farsa de la paz / humanoides disidentes viven la alerta total / y heroicos sobrevivientes darán el golpe final / variado de novedades tambalea el mundo nuevo / y hay un hambre de verdades que se fueron de paseo / hay hordas de chicos malos con sus camperas de cuero / y metales brillan al sol, provocan el mundo nuevo.

En mi pieza colgaba un poster que era la envidia de los más grandes: Ronnie Dio. Me lo había regalado ellos mismo cuando no sabían quien era, al tiempo se arrepintieron para siempre. También tenía un poster de John Bon Jovi que era la delicia de mi hermana mayor.

Un día en la pieza del Mauri me decido y le pregunto por ese casete grabado con tapa fotocopiada que estuvo siempre apoyado ahí en su escritorio y nunca escuchamos.
—No te va a gustar —me dijo—, esto ya no es heavy, es trash.
—¿Cómo Trash?
Trash en ingles quiere decir basura. Es música basura.

El disco se llamaba …And justice for all y para mi gusto, es una reliquia que los Metallica jamás lograron superar. Había otro, más corto (De vuelta a los día en el Garage y más tarde llegarían Master of Puppet –que adhería a la teoría del sistema- y los de Megadeth. Un poco después Testament (Practica lo que predicas) que también era trash. O sea que aquello estaba un paso más allá del heavy.

Al año siguiente me pasaba todo el día escuchando Hermética. Ignoraba en mi púber cabecita lectora de Galeano y manifiestos comunistas al Iorio bruto y fascista que hoy da pena. Lo admiraba, y me sabía todos los temas de punta a punta imitando los solos de guitarra con la boca y cantando esas letras que tan hondo calaban en el joven borrego que era.
El pibe que vivía al lado de donde paramos en Carlos Paz era fanático y Iorio pasaba el verano en su casa. Hacía un par de horas que se había ido. Me mostró la habitación donde el ídolo había dormido. La cama estaba sin hacer todavía, y yo aluciné. La paredes del lugar estaban tapizadas de fotos, inclusive fotos de ese mismo día que ya había revelado. Las fotos eran todas iguales, Iorio y O’Connors tomando cerveza, con los instrumentos, acostados contra la pared, pero siempre mirando a cámara con gestos de heavy. Después el pibe –de fanático a fanático- me regaló un casete que grabó en un ensayo.

Creo que fue en los primeros años del secundario que empezó a aguarse ese licor espeso y enfermizo del heavy. Habíamos empezados a escuchar otras cosas, movilizados por las lecturas y la lucha anti-sistema, que consistía en juntarnos en el patio del Mauri, tomar muchísimas jarras de sangría, jugar ajedrez y cantar. Los Olimareños y Zitarrosa. Ahí yo empecé a dudar de cierta rigidez del heavy y de su dureza, hombría, y desconsideración. Ver al Mauri cantando dulcemente canciones en donde se hablaba de que el sol salía, en vez de esconderse y tener miedo a la oscuridad, y las letras profundamente humanas y terrenales, me sumergía en una atmósfera que tenía más que ver con la realidad, con la madurez. Y empecé a ver al heavy como una secta que perseguía lo ficticio. Ya venía preocupado por la aparición de demasiados gestos caretas: la vestimenta de las bandas Glam, que no habíamos visto mucho. Poison, por ejemplo. No me acuerdo cómo surgió en el grupo nuestro el uso de la palabra “careta”, pero había que usarla por lo menos tres veces en menos de diez juicios. Así era. Cuando aparecía el mínimo rasgo de transa con el sistema, aparecía de inmediato la palabrita esa, que algunos mamertos siguen usando quince años después.
Así fueron catalogados casi todos los discos de esa época. El hit de Scorpion Vientos de cambio (I follow the Moskva / down to Gorky Park / listening to the wind / of change/ An August summer night / soldiers passing by / listening to the wind / of change … y su versión en español: Por el río de Moskva / bajo al Gorky Park / escuchando vientos nuevos / verano atardecer / soldados al pasar / escuchando vientos nuevos y el estribillo: Llevame / a la magia del momento / de la gloria / donde los niños del mañana / soñaran / los cambios que vendrán); el disco negro de Metálica con ese arpegio que cualquiera podía tocar, la balada lenta de Rata Blanca que sonó ochenta veces por día en las radios y le gustaba a las chicas junto a las grasadas de Bon Jovi ya fuera del grupo familiar con su corte de pelo supercareta, Back in Black sonando en el boliche, y después la frutilla que coronaría el helado relajante: Los Guns N’ Roses lanzan Use for Illusión I y II y vinieron a la Argentina cargados de rumores de quema de bandera nacional, etc…


Mientras por un lado consumía con ansias todo aquel tipo de cosa a escondidas, porque a mí lo careta me gustaba mucho más que lo otro, supe que estaba muy cerca la traición al heavy. Y ya que ocurriría de todas maneras y sería público me decidí a sacarme las vestimentas negras, vestirme como la gente y enamorarme. Ya tenía dieciséis años. Así que una noche traicioné a toda esa cosa que ya no se sabía que era, que estaba en los medios, que cualquier boludo podía reproducir en una remera, o comprarse en la disquería del pueblo. Lo hice con amor, por amor, y de manera extremista.
Fui al boliche un sábado a buscar a la chica con la que nos habíamos escrito (¡cartas!) sobre lo difícil que era encontrar al amor de nuestra vidas. Entre el humo la vi sentada sola en la escalera que bajaba a la planta baja del boliche. Me senté al lado a mirar los videos de la pantalla gigante. La abracé y le dije: Agus, te encontré. Y desde los bafles salíó escupido el audio de mi nuevo amor. Tu amor, que abrió una herida porque lo que te hace bien siempre te hace mal, tu amor cambió mi vida para siempre, para lo que fue y será.

8 coment:

simalme dijo...

Qué bueno. Yo de Bon Jovi y Scorpions no pasé, pero mi hermano los escuchaba a todas horas y me los aprendí.

Pablo Giordano dijo...

Gracias, Sim. Por un momento creí que nadie había leído este post.

La Ronda Centro Cultural dijo...

Dicen que de alguna forma se empieza, y aquí estamos.
Somos un grupo de jóvenes que promovemos el intercambio cultural a través del arte y del conocimiento compartido.
Trabajamos por un espacio de encuentro, expresión y participación.

Gracias por el espacio.

Cel... dijo...

jajajajjaja seeee, me acuerdo de todo eso.
Una vez te hiciste una trenza en la frente y la movías para todos lados.
Y te agarrabas los jeans nuevos con el cuchillo y los raspabas hasta q de tanto gastarlos los abrías.
Y ese poster de Bon Jovi con pelo largo q tenía atrás de la puerta de tu pieza.

Y me hacías cantar en la esquina los temas de rata blanca...
...ohhh, quiero saber si es verdad, que a mi lado estaaas...

jajaja

saludos

cel

Anonymous dijo...

No sé si es parte del chiste, pero el subgénero musical no se llama trash sino thrash y no significa basura.

Pablo Giordano dijo...

Excacto, anónimo. Pero eso no lo sabía cuando era chico y por eso no aparece én el texto, igual que otras cosas, si te fijás.

Anonymous dijo...

No es la primera vez que leo algo del blog, pero si la primera que te dejo un comentario.
Es imposible leer tus relatos sin sentirlos en la piel, en mis manos... por que no me llenan solo la cabeza, inundan mis sentidos. Cada palabra es un pedacito de nuestra infancia, de las reuniones de los sabados en la cada del nico.
Es un placer sumergirme en tu mundo de palabras.

Valeria Vijarra

Pablo Giordano dijo...

Vale: pocas veces recibí visitas como la tuya, es como si uno de esos personajes visitara el blog. Ja ja ja. Habría que hacerlo venir al Mauri, también, no? Creo que él no leyó ésto. Gracias, de nuevo.