UN OSO POLAR -adelanto exclusivo-

I

Esta es la historia de Lautaro Hans Melzenberg. A los cinco años se le paraliza una de sus manos. A los siete, la otra. Imposibilitado para ir al colegio a partir de entonces, pasa por lo menos cuatro de los siete días de la semana con su tío Mel. “El tío Mel”, así lo llamaba Lautaro. Era tan fácil pensar en el tío Mel. Sólo bastaban dos o tres palabras. “El tío Mel”. Larga vida al tío. Nadie sabía qué era de la existencia del tío Mel. Desaparecía todo el tiempo, todas las tardes. Su sombra se parecía a la sombra de un conejo, de cualquiera de los conejos del fondo, cuando estaban encerrados y no hacía sol. Se sabía que había querido hacer muchas cosas con su vida, pero que no había logrado casi ninguna. “Casi”. En ese “casi” estaba el problema. Cómo explicar. Cómo narrar alguno de los hechos de la vida del tío Mel. Por ejemplo: se sabe que era fotógrafo, aficionado. A los siete años (casualmente, la misma edad en que Lautaro Hans ve paralizado el movimiento total de sus manos) el padre lo obsequia con una cámara de fotos. Nunca la usa. Tres años después, el padre muere. A partir de esa época, comienza la seguidilla de fotos. ¿Qué fotos? Las fotos. Deslizadas por debajo de la puerta, desperdigadas debajo de la alfombra, debajo del mantel, debajo de los almohadones, de cualquier sillón,, los miembros de la familia del tío Mel van hallando fotos. Fotos. Y más fotos. Todas iguales. Todas, de él. En todas las fotos: solamente sus dos manos.



(Lautaro Hans Melzenberg posando con su hermana en el día de su noveno cumpleaños. Como se ve, su mano izquierda permanece rígida, firme. La otra fue situada en el cuello de su hermana con ayuda de algún superior. Arriba, una pajarera vacía.

La habitación del tío Mel).


II

¿Y qué tiene que ver la historia del Tío Mel con la biografía de Lautaro Hans Melzenberg? ¿Es acaso de tal importancia el punto, el momento, en que dichas vidas se encuentran? ¿No fueron, siquiera, tan sólo unos años? Sí. No. Sí; pero no. No: de ninguna manera. Hablar de la fascinación (¿es correcto, corresponde usar ese nombre?) que sostuvieron uno por otro es hablar de uno, de otro, de los dos. La historia de la familia cuenta: fotos y más fotos de las manos de Mel. Fotos en diferentes poses, en diferentes gestos, aunque la mayoría son fotos donde las manos posan en la misma actitud de cansancio natural. Gastadas. Sucias. Limpias. Heladas de frío, después. Las manos de Mel. La obsesión, la multiplicación de estas fotos en la casa de la familia. Hasta que crece Lautaro Hans, hasta que Lautaro Hans cumple cinco, luego siete años. Entonces, repentinamente, las fotos dejan de aparecer. No hay más fotos. La abuela y sus hermanas vuelven, a partir de entonces, a necesitar de verdadero papel para escribir. Pero en su pieza, en la que había sido asignada como su pieza, Lautaro Hans se encuentra, periódicamente, con fotos. Sus fotos. Las fotos, ahora de circulación restringida, personal, las fotos sacadas por el tío Mel. Como la sombra de un conejo suelto un día en que no hay sol, Mel comienza a fotografiar subrepticiamente, escondido, sorprendente y alejado, a su sobrino Lautaro. Que en el momento mismo en que su tío prepara la foto, en esos pequeños instantes, se sabe cómplice. Entre el deseo de la foto, y el disparo de la máquina, Lautaro Hans Melzenberg puede mover las manos.

(Lautaro, en bicicleta, para sorpresa de los demás)


III

¿Y cómo recibía Lautaro las fotos que eran deslizadas por debajo de la puerta si no podía mover las manos, ya que tenía neutralizada su acción? Fácil respuesta. La habitación del fondo a la izquierda, luego del pasillo y las escaleras con forma de espiral, estaba asignada a Lautaro y a su hermana, Nilda. Nilda Delia Menzelberg: una niña sumamente egoísta, apabullante, envidiosa. Pero curiosa, de ella, del mundo, y de las actitudes de los demás. Era ella, Nilda, quien veía deslizarse las fotos por debajo de la puerta, periódicamente, sin un sistema definido, pero con regularidad. Era ella quien le mostraba las fotos a su hermano, a quien veía permanecer silencioso, indiferente, equidistante. Era ella quien le mostraba las fotos a la familia, preguntando quién era, qué hacía, qué estaba pasando, con su hermano, con el tío Mel. Los domingos, todos cenaban juntos. El tío Mel usualmente faltaba, se ausentaba, desde temprano y hasta el otro día nadie sabía dónde se había metido. Pero dejaba la cámara fotográfica en un cordel, atada en el portal. Ese era el día en que todos sacaban fotos. Ese día era el preferido de Nilda, y de casi toda la familia. Cuando se retiraban a acostarse, esas noches, en especial, Nilda Delia no apagaba la luz: compartía con su hermano los ejercicios de matemática y su dibujo preferido: el dibujo de un oso polar.


(Lautaro, con su hermana Nilda y el pequeño Otto Hans. Como se ve en la foto, el recurso usado para simular movimiento en las manos de Lautaro es el mismo: una mano se dejaba quieta; la otra, se la hacía apoyar levemente sobre una superficie horizontal)

(continuará..)



* Pablo Natale nació en la década del 80 en la ruta interestatal Córdoba - Rosario. Mantiene el blog pacmanvuelve.blogspot.com desde setiembre de 2006. "Un oso polar", es su primer libro de cuentos. El cuento homónimo ganó el primer premio para Jóvenes Creadores de la Agencia Córdoba Cultura 2006
.

---------------------------------------------------------------------------------------------

Pablo Natale presentará Un Oso Polar el miércoles 22 de Octubre a las 19:30 hs. en el Centro Cultural España Córdoba junto a Luciano Lamberti y Lucas Moreno.


1 coment:

simalme dijo...

Qué bueno lo de Lautaro¡(y qué nombre más raro)