Hay días como hoy en que morir no cuesta mucho
días con nubes que se suceden durante semanas
colectivos destruidos y sucios arrancando afuera
siempre arrancando contra mi ventanal quebrado
días en donde el tedio de la tarde se hace inminente
y no hay un lugar para ir de noche
y no hay posibilidades
y no hay un centímetro de vida aquí
Días y días enteros en los que la paso
con un billete de dos pesos en el bolsillo
cada vez más celeste y desteñido
agrios días
largos días que van preparando de a poco este día
y una vida que lo fue preparando también
con emociones sombrías y dudas
Hay días como hoy en que morir no cuesta nada
en donde lo más fácil y natural es sepultarse
arrinconado en una silla contra el ventanal
mirando tras los vidrios agrietados las nubes
como masas de algodón y pan sucias de tierra
como todas las almas que se apolillan en esta porción del mundo
Días en donde es bastante cómodo dejarse arrastrar
corriente abajo
sin chistar
sin implorar
sin segregar adrenalina ni miedos
tan sólo percibiendo muy por lo bajo
que faltan varios grados de termómetro en el alma
para tener el calor de los que están vivos
Hay días como el de hoy en que no siento culpa
en los que se desvanece en mí el remordimiento
días en los que salgo a ventilar un poco el corazón
para que no se me percuda
y voy con mi único billete que está prohibido gastar
con mi única ropa de jean y mi único par de zapatos
y quizás sienta algo parecido a estar vivo
cuando veo la perra del vecino arriba del techo
que me mira con quieta desesperación
pidiéndome que la saque de su jaula
o cuando camino dos cuadras con tres niños de barrio Pueyrredón
que van a bañar al río sus pequeños cuerpos de diez años
y más tarde abrirán la puerta de los taxis en el centro
Y no es lástima lo que siento
si no la intuición fugaz de lo irreversible
la claridad con la que me es dado ver
que todos estos días están precediendo a toda una serie de futuros días
en que estos niños y esta perra también estarán muertos
En este rincón del mundo sin dinero posible que gastar
sin más posibilidades que la de ventilar un poco la existencia
vivir es casi igual a esperar que pare la lluvia sentado en un rincón
mirando a través de un ventanal partido hacia una calle
con hombres que se aburren.
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