Quería leer esta novela a los 16 años, pero, entre su precio privativo y prioridades de la edad (como morfarse cada clásico que se atravesara) no pude hacerlo. En todos estos años rebotó de acá para allá en algunas reseñas, se filtraba por debajo de alguna pila en las librerías, preguntaba precio, la comparaba, la descartaba, algún amigo que jamás lee la recomendó, otros lectores la denigraron, y así hasta que mi hermana me la regaló para el cumpleaños.
La leí en estas vacaciones y sí, tenía razón, tendría que haberlo hecho en la adolescencia. Es un buen libro para esa edad, una introducción al mundo de la filosofía y las cuestiones escenciales del ser. Sirve de excusa una novela donde se narra la historia de una niña y su padre-mentor, que viven en paralelo con otra niña y padre-mentor a través de cartas donde se enseña el ABC del pensamiento humano hasta hace unas décadas. Cerca del final la novela cobra vida propia y ya no se registra como excusa, el mundo de Sofía se pone extraño y las reflexiones profundas. Nos abandona allí, en una metáfora sobre la realidad, la percepción, el Universo, la Naturaleza de las cosas y la reflexión. Tengo que advertir que se encuentra desactualizado en algunos aspectos científicos y de pensamiento teniendo en cuenta los grandes descubrimientos que se dieron en estas últimas dos décadas desde que salió el libro.
Escrito por el noruego Jostein Gaarder en el 91, se convirtió en bestseller en todo el mundo, se tradujo a 54 idiomas y Erik Gustavson lo llevo al cine ocho años después.
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