Erotismo




Entró en Sun Woo despacio. Franqueó el vello tupido y enseguida sintió un estuario de pliegues que se amoldaban a su sexo y propiciaban un deslizamiento soberbio. Ella acompañó la faena con gemidos agudos y el espinazo crispado en ondulaciones que se extendían a sus senos pequeños. Tras cada orgasmo, los gemidos en vez de menguar se intensificaban, y aunque Elías se consideraba un fondista capaz de aguantar la intensidad de cualquier mujer, después de una hora incentivó la descarga de placer. De inmediato, Sun Woo descendió del mármol, se arrodilló tiritando, aseó el glande con la lengua y acarició los testículos suavemente. Él volvió a excitarse observando los pies minúsculos y ásperos que parecían querer acompañar o celebrar, en el movimiento mínimo de los dedos, cada puntada de su nueva erección.