Lamentable comportamiento del INADI

   No es la primera vez que el INADI me sorprende con su receloso y distorcionado accionar en pos de  defensas políticamente correctas al extremo, muchas veces provenientes de malas interpretaciones. 
   Este caso ocurrió en Villa María y me parece de lo más absurdo. Citaron a su sede de Córdoba al conocido librero Eduardo Perrota, de la librería Expolibro, quien concurrió acusado de una supuesta violación de la Ley 23.592: tener a la venta libros referentes al Holocausto Judío, entre otros. La pena que estableció la institución, fue hacer pública en los medios de la ciudad una solicitada disculpándose. 
   Perrota lo hizo no sin una sorpresa particular y general por parte de la prensa y lectores. El INADI (según el librero) jamás le indicó qué títulos eran los que prohibía la Ley ni qué temáticas; pero que "tomando el relato de la señora Liliana Spengler y del Dr. Cohen -funcionarios presentes- hacían alusión a la Segunda Guerra Mundial y a la caída del III Reich". Perrota aclaró también que en ningún momento los funcionarios le dijeron que los libros estaban prohibidos (¿!).

   Me gustaría que funcionarios del INADI aclararan el caso. Y además, tengo una denuncia que hacerles. Así como hay gente que se indigna frente a ciertos temas que tratan algunos libros y se creen en derecho de reclamar a dicho organismo, y éste acude porque necesita demostrar que no cobran en vano, quiero denunciar siguiendo sus propios criterios las toneladas de libros que brindan falsa información y algunos nocivos para la salud empezando por La Santa Biblia, pasando por los libros de autoayuda y terminando por cualquiera de las nuevas modalidades de la New Age y llamadas "terapias alternativas" como la Homeopatía, el Reiki, o cualquier disciplina científicamente probada como inoperante y peligrosa para quienes la convierten en terapia de cabecera porque ofenden a mi inteligencia, a la humanidad en su conjunto y margina de la exposición pública a buena literatura, además de provocar daños que van desde una simple visión equivocada de la realidad y las consecuencias que ello acarrea, hasta la muerte; descontando que llevan directamente a la discriminación de cualquier otro tipo de ideas, ya que funcionan racionalizando y no razonando. 
   Ahora en serio: los que tenemos que respetar son los derechos cívicos de las personas y no sus ideas. Las ideas surgen para ser discutidas, refutadas, confirmadas, descartadas, aprendidas o bien, leídas u olvidadas. ¡Cómo se atrevén a llamar la atención de alguien por vender libros! ¡Eso, Señores del Instituto antidiscriminación, es discriminación!
   

Pablo Giordano.