Gracias al público, los escritores, músicos y amigos que se acercaron el Sábado a Casa 13 a pesar del partido y la Feria paralela a la presentación de la novela Chozas y compartir la organización esmeradísima de Ciprés Ediciones. Fue una noche inolvidable para mí, gracias especiales a Laura Pratto que viajó desde Buenos Aires para presentarme y a Luciano Lamberti por haber compartido la mesa (en este caso sillón) conmigo para incomodarme con sus preguntas. A Manu Rodriguez por la entrevista en La Voz del Interior también le estoy agradecido. Copio y pego abajo la entrevista completa que por razones de edición y espacio no pudo salir entera en el diario. Gracias a todos, incluida mi pareja, Leticia, que sin ella (les juro) todo esto no hubiese ocurrido.
ENTREVISTA PARA LA VOZ DEL INTERIOR, por Emanuel Rodriguez.
Hace tiempo que tu nombre se repite en el campo literario
cordobés, pero pocos te conocen personalmente. ¿A qué se debe eso?
En mayor y menor escala, mi vida se ve
atravesada por un T.A.G. desde la infancia. Recién en el último año aprendí a
manejarlo y di con la medicación correcta. Mientras, no solía viajar mucho,
para no decir casi nada. Con ésto creo haber respondido a lo que la extraña pregunta
refería. Trasladémosla a, por ejemplo, José Martí, quien jamás visitó Argentina
pero sí le interesaba lo que acá ocurría y se sabía bastante de él. Sonaría
raro preguntarle algo así, ¿no?
¿Qué tiene tu literatura de "varillense"?
Primero habría que
ver si existe una literatura varillense,
la cual sería bastante pobre, de existir. Creo que la pregunta apunta hacia
otro lado. Hasta el momento, lo que publiqué (no sé si está bien que lo llames
“tu literatura”) se enmarca en el costumbrismo, muchas veces cae en el
anecdotario de registro minucioso. Lo que tienen mis libros de varillenses son sus personajes, cierto
uso del lenguaje, ciertos comportamientos piamonteses de los arquetipos
zonales, pueblerinos, y alguna que otra historia real ficcionalizada. Es decir,
casi todo. Aún así apunta hacia otro lugar, no me interesa la literatura
documental al cien por cien; Si no está la condición humana reflejada en la
obra, para mí, carece de todo interés.
¿Qué tiene Las Varillas de tu literatura?
Habría que
preguntarle a la ciudad, pero no creo que le interese mucho, o que sepa de qué
le están hablando.
¿Cuál es el desafío más difícil de escribir una novela?
No dañar demasiado la columna
vertebral. Una novela es un proyecto de largo aliento. Ésta me costo casi
veinte años; es una novela de iniciación y fue gestada a lo largo de profundos
aprendizajes, editings, reformas, textos variados que la fueron conformando y
de decisiones interminables. Después, además, viene el trabajo de encontrarle
una editorial, una que esté dispuesta a afrontar la inversión económica por tu
trabajo (las cuales casi no existen) y después sí, sentarse nuevamente para
corregir las galeras finales que irán a imprenta. Yo no pago para publicar y ese,
también, es un desafío grande. Los otros son desafíos literarios, se hacen con
gusto, la mayor parte del tiempo disfruto de mi trabajo como escritor.
¿En qué difiere el resultado de Chozas de tu proyecto inicial, de cómo te imaginabas que podía quedar esta novela?
El proyecto inicial estaba impulsado por el odio y la declaración. El
odio hacia la familia, el pueblo, las injusticias del destino. La declaración
de tabúes infantiles, pensamientos políticamente incorrectos, enfermedades,
miedos, la vida que llevaba mientras la redactaba. Escribirla y terminarla
(ayudado por la inevitabilidad de crecer y cumplir años, atravesar etapas, etc.
durante la gesta) me sirvió para entender muchísimo mejor el paradigma en el
que me había educado. Lo dije en su momento para la antología sobre nuestra
generación: nacidos en plena dictadura; cursando el jardín de infantes mientras
los pibes que recién salían del secundario morían en Malvinas; con mediana
curiosidad por lo que pasaba en el país mirando los saqueos por TV en plena
hiperinflación en un barrio de clase media, media baja; adolescer en pleno
vaciamiento menemista; tener esperanzas aunque el helicóptero de De la Rúa se
elevara dejando un goteo de presidentes que se atoraban en la garganta; no
vaticinabamos un futuro muy prometedor, sino una especie de conformismo social.
Ese fue el paradigma, y eso es lo que la novela intenta documentar
transversalmente en la vida de dos personajes interpelando en paralelo al
lector.
La novela me sirvió, también, para derrotar viejas creencias idealistas
de adolescencia, y enfrentar la triste realidad de la adultez, donde uno es
capaz de escribir y vender una novela como si eso en la infancia no hubiese
sido un sueño que jamás se concretaría.
¿Qué relación hay entre tus sueños y tu escritura?
Ojalá pudiéramos
concretar en los textos aquello que solemos soñar. Yo comparto la idea de que
los milagros suceden: pero lo hacen a destiempo, o de formas extrañas, no
exactamente como los soñamos, deformes, incapaz de conformarnos del todo. Estoy
presentando una novela de adolescencia, una novela de los noventa, una que
tendría que haberse publicado en esa década, quizá.
¿Qué relación hay entre tu propia biografía y tu literatura?
Creo haberlo
respondido en la segunda o tercera pregunta. Lo que publiqué hasta ahora,
guarda mucho de autobiográfico, pero eso no es lo que me interesa. Me intriga esa
extraña cosas a la que llaman “literatura”, la odio muchas veces, y la amo
otras, pero que jamás comprendo. Es posible que lo mío no sea otra cosa que
contar historias, o en el mejor de los casos, mentir con elegancia.
¿Cuál es la principal diferencia entre el Pablo Giordano
escritor y el Pablo Giordano que va a comprar pan al almacén?
Al que va al almacén
lo conocen los vecinos.
¿Cómo imaginás el lector ideal de Chozas?
Sería un lector que
no se dejara espantar por el vocabulario de esos niños al inicio de los
capítulos y que siguiera adelante, que lentamente entendiera que debajo de esas
historias borders, esa escatología o
tragedia y provocación sin descanso, existen preguntas que hacen, como dije, a
la condición humana. Ese sería un lector cercano al ideal. Pero me interesa también
que se disfrute la novela de muchas maneras: mi psicóloga me contó que su
empleada doméstica hacía parates en el trabajo porque no podía dejar el libro,
le encantaba; y eso me alertó de que Chozas también puede leerse como un
novelón de media tarde.
¿Cuál es el mejor lugar para leer Chozas?
Esta pregunta no me
gusta.
¿Qué gritarías frente al Senado de la Nación?
Nada. ¿Porqué
viajaría a Buenos Aires a gritar algo al Senado?
¿A qué otra actividad se parece escribir?
A pensar. Y no creo tanto que se parezca,
sino que es la misma cosa, como leer. Hace poco escribí una frase en Tumblr: “No se lee solo para ser culto
ni tampoco para conseguir placer, sino también y fundamentalmente para adquirir
el lenguaje necesario que permite pensar, tener ideas y expresarlas, captar las
ideas de los otros, debatir, y comprender mejor el mundo que nos rodea. Nada se
puede esperar de profesores, maestros o padres que no leen.”
Nuestra sociedad olvidó, o quizá desconozca, que el pensamiento, padre
de todo nuestro bienestar, proviene del lenguaje; que sin lenguaje, difícilmente
se pueda ir más lejos que de la puerta de casa.
¿Podrías definir en tres adjetivos tu manera de escribir?
Caótica, pobre, exhaustiva.
¿De qué te protegería una choza ideal?
Tal como sucede en la
novela, los refugios protegen por un tiempo, tarde o temprano quedamos desnudos
ante el potrero desierto, ante la inmensidad, la soledad y el frío, que no es
otra cosa que la imagen de la muerte, la realidad, el universo en sí. Lo que
somos: soledad, y olvido.
¿Cómo te gustaría despedirte de esta entrevista?
Agradeciéndote (aunque
esta parte no la publiques) porque fuiste el primero que puso atención en mí y
me abrió las puertas de Córdoba. Aún así, uno puede ser un ingrato con esas
personas en la mayoría de las ocasiones, pero nunca lo será públicamente.
Gracias, Emanuel, de verdad.
3 coment:
Gracias a vos, Pablo. Por abrirme ésta ventana a un mundo nuevo y maravilloso donde descubrí tantas cosas. Te amo y te Felicito profundamente.
Te felicito cuñado! Mateo Berardo
Gracias, querido.
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