(poema inédito de Carlos Barbarito, especial de mimbre)
Una ligera desviación de la aguja
trastorna el fiel del amor, extravía la peonza
en su giro hacia el reposo;
por eso todo es cuidado y prevención
en la casa, pero, lo sabemos,
a una hora precisa surgirá el error.
El día caerá hacia si mismo, desinflado.
La noche se beberá, de tanta sed,
el propio hueso convertido en líquido.
Serán extranjeros hasta los ciegos
y cortado en dos el fruto
no dará jugo alguno, todo carozo.
No te veré por más que te mire.
Un caballo enloquecido entrará al cuarto
y pateará espejos y muebles.
Restos y pedazos aquí y allá,
y quienes debieran recogerlos
se distraerán buscando sus propias sombras,
ajadas fotografías en álbumes ajados,
hojas secas de remotos jardines
que desaparecieron bajo el cemento.
¿Y si, antes de ello, aunque
fuese tan sólo por desesperación,
nos buscáramos más allá de anuncios
y profecías, de trompos y brújulas,
y abrazados nos dejáramos
llevar por la marea, el tornado, las ruedas?
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