La Felicidad es un Gordini (algunos poemas)


(algunos poemas)


lo siento pero
una tarde de siesta
un calor conchudo
reventado contra el asfalto
un calor de puta madre
un ventilador
me persigue

lejos de las torres
de papeles quemados
de cerebros quemados
de máquinas
me persigue la música
la vida

esa cosa hecha de sacos
esa cosa llena de sangre
de leche
de palabras
vomitadas
ácidas por nicotinas
la comunión con los testículos
con las mesas los fiambres

la mía es
una psicosis de am
sonando en un patio
a las cuatro de la mañana






amanece
en lo viejo de la plaza
abrazo las ventanas
les doy de beber a los manteles
baño de luces los muebles

otra vez no tengo qué hacer ni qué decir

voy a comerme de un bostezo
la vía pública






querido Sísifo
con lloviznas querido
anduviste solo
comiendo galletas
a las cuatro de la mañana
sentado en el umbral
más pálido que aliento de enferma
revolviendo heladeras
veredas viejas libros con cáncer
no una cosa que pueda verse
tocarse sino
el ver y el tocar

lloro
como la tarde en que te encontré
mamando un cordón cuneta






corro descalzo
sin moverme de mi cuarto

a mi lado
el frío se come un perro
me mira de reojo
espera
relame los huesos
los estudia
les arranca lo que queda

(el problema es que siempre quise decir nada)






ni puertos ni muelles
ni sirenas
que en la noche reverberen
no hay dónde
sólo adentro
en






es ahora que palpito
inmerso en transistores
y la cama
enmudece como zanja

mi nombre está escrito en mi espalda






no vuelvas
yo velo por nosotros cuando niños
mantengo hamacas mudas
desde siempre






la noche es una señora con calmantes
deshace las camas y ensucia los vidrios
tira un colchón
y duerme con los perros

hay una organización de faroles
que ama literalmente a las nubes

de vez en cuando alguna casa
abre un ojo y lo cierra enceguecida

seres extraños
realizan partos a los mármoles
se oye cantar a un muerto
—una vez un niño se murió de alegría
sacándole jugo a unas piedras—

animales raros que quieren ser perseguidos
trepan árboles y ríen

deambula un temible señor viejo
que quiere enseñarnos
dulzuras espeluznantes

me detuve a ver los alumbramientos
el inconmensurable ejercicio de los climas
las luces tenues

parece el pueblo una cabeza que sueña
una almohada con perfume maduro
vida sabia lavándose las piernas






el silencio es
presencia deshidratada
el agua de la primera palabra y las que siguen
no justifica la vida
la mistifica

más allá
se despliega completa una llama
desde que nace
es un reino tranquilo
interpretar mil veces
la misma foto distinta

afuera
pastan los árboles la noche acuosa
el mudo aprende nuevas eremitas
insomnes y felices ante el viento
no diremos nada nunca y para siempre
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