El dragón o la historia del rayo

                                                                                
de Marcelo Díaz


                                                                                                 


                                                     Esa lucecita está allí para que no la miremos.
                                                                                             Arnaldo Calveyra




I.

Mamá, pienso en
un fuego profundo e infinito
como el ojo de un dragón.
No es que el mundo
se haya terminado
como la bocanada de un pez
que entra en contacto con la atmósfera;
las estrellas caen a la tierra
y lo escrito en el cielo se deshace
con la misma facilidad
con que derramo el agua
sobre el piso de la cocina,
los árboles escriben
la canción de los monstruos
con laque recordamos cómo
es la partida de papá,
el corazón roto de nuestra casa,
la alfombra sucia y la puerta abierta
con un disco de Joy División
en el que suena el mismo tema
por siempre.



II.

El viento hizo de nosotros
su propia ciudad
del mismo modo
en que el delta hizo de sí
un punto luminoso
en el mapa de las aguas.
Que el viento nos lleve lejos, mamá,
como Dorothy y el mago de Oz
dónde la bruja del norte
no puede salir de su propia cartografía
por miedo a encontrarse con nosotros,
como un espejo que refleja
la pobreza en la pobreza,
una crónica simple acerca
de la suciedad de los objetos
que busca limpiarse
en los ojos vidriosos del dragón
quien explica, entre adivinanzas y horóscopos,
que la familia es un templo terrible
para un hombre
que habita la ausencia.



III.

Mamá dragón.
Mamá corazón de Samurai.
Mamá y su arco y su morral de flechas.
Mamá, el rayo
imantado de sentidos
que colisiona
con millones
de partículas
de materia oscura.


IV.

Hubo un tiempo
en el que había que ayudar a mamá
a sobrellevar las pesadas hojas
que nacían sobre su espalda,
encender las lámparas silvestres
y apagar la radio por la noche.
No sabíamos
de los reclamos de los árboles
como de los reclamos de la muerte.


V.

Pronto resuena
el nombre de la novela mecánica
en el que los personajes
envejecen como papelitos
depositados en las uñas del dragón.
¿Puede un flechazo eléctrico
desviarnos de la voluntad
de los ejércitos de insectos
que por las noches
señalan el lugar exacto,
la caída del rayo
donde papá le entrego al dragón
la gracia de mamá?
Apenas
un movimiento del lenguaje
alcanza
para comprometernos con la luz.





Marcelo Díaz nació en 1981. Vive en Río Cuarto (cba). Es profesor y licenciado en letras egresado de la Universidad Nacional de esa ciudad y  colabora con la cátedra "Introducción a la Literatura". Participó en la antología “Es lo que hay” llevada a cabo por Lilia Lardone en 2009. Ese mismo año publicó un libro “La sombrilla de Wittgenstein” (poesía, distinguido en el concurso provincial de la Editorial Cartografías) y un conjunto de relatos que se llamó “Los límites de Tlön”. En 2010 participó de las residencias literarias del  Centro de Arte Contemporáneo de Córdoba a cargo de Silvio Mattoni, María Teresa Andruetto y Alejo Carbonell.  Hace unos meses publicó el libro de  poemas “Newton y yo” con editorial Nudista.