Leyendo...


-¿Por qué entonces te dedicas a esas interminables reparaciones de la casa? –le planteé-. Podrías pagar a alguien para que hiciera las reparaciones y dedicar el tiempo que ganaras a escribir.

-No lo comprendes –respondió él-. Aunque tuviera dinero para pagar a un constructor, lo cual no es el caso, seguiría teniendo la necesidad de pasar equis horas al día cavando en el jardín o trasladando piedras o mezclando hormigón.

Y se embarcó en otro de sus discursos sobre la necesidad de acabar con el tabú del trabajo manual.Me pregunté si no me estaría haciendo una crítica sutil, la de que el trabajo pagado de mi asistenta negra me liberaba para tener ociosas aventuras con desconocidos, por ejemplo. Pero lo dejé correr.

-Bien –le dije-. Está claro que no entiendes de economía. El primer principio de la economía es que si todos insistiéramos en hilar y en ordeñar nuestras vacas, en vez de emplear a otras personas para que lo hagan por nosotros, estaríamos atascados eternamente en la Edad de Piedra. Por eso hemos inventado una economía basada en el intercambio que, a su vez, ha posibilitado nuestra larga historia de progreso material. Pagas a alguien para que coloque el hormigón y, a cambio, dispones del tiempo necesario para escribir el libro que justificará tu ocio y dotará de significado a tu vida, que incluso puede dotar de significado a la vida del trabajador que te coloque el hormigón. De esa manera, todos prosperamos.

-¿De veras crees eso? –me preguntó-. ¿Qué los libros dan significado a nuestra vida?

-Sí, -respondí-. Un libro debería ser un hacha para romper el mar congelado en nuestro interior. ¿Qué otra cosa debería ser?

(...)


- ¿Quieres que la gente te lea después de muerto?

- Aferrarme a esa perspectiva me procura cierto consuelo.

- ¿Aun cuando no estés aquí para verlo?

- Aun cuando no esté aquí para verlo.

- Pero ¿por qué la gente del futuro se molestaría en leer el libro que escribes si no les habla personalmente, si no les ayuda a encontrar significado a su vida?

- Tal vez seguirá gustándole leer libros que estén bien escritos.

- Eso es absurdo. Es como decir que si construyo una buena radio en miniatura la gente seguirá usándola en el siglo veinticinco. Pero no lo harán. Porque las radios en miniatura, por bien hechas que estén, para entonces serán obsoletas. No le dirán nada a la gente del siglo veinticinco.

- Tal vez en el siglo veinticinco aún habrá una minoría que sentirá curiosidad por escuchar cómo sonaba una radio en miniatura de fines del siglo veinte.

- Coleccionistas, aficionados. ¿Es así como te propones pasar la vida: sentado a tu mesa, creando un objeto que tal vez se preserve como una curiosidad o tal vez no?

 Él se encogió de hombros.

- ¿Tienes una idea mejor?